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El significado del mandilón médico

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Por: P. José Marco Burga Ludeña

La bata blanca o mandilón – uno de los objetos que identifica al médico en acto o en potencia –, imponiendo respeto y seriedad, inspira en el paciente o enfermo la confianza suficiente o mínima para emanar la propia intimidad. Obviamente, es un traje, simple en su presentación. Habla de sencillez y candor al través de su color. Es algo que se pone y se saca. Se tiene encima y luego se deja de lado. Puede, por tanto, ser solo un signo externo que no interpela la propia mismidad. Se trata, por el contrario, de generar reciprocidad y congruencia entre la interioridad y lo extrínseco. De este modo, la bata blanca es más que un significante; adquiere un significado – profundo –, siendo parte vivencial de quien lo porta. El médico o futuro médico se identifica con aquélla.

Por otra parte, huelga decir que el estetoscopio es aquel instrumento que se usa para escuchar sonidos producidos dentro del cuerpo. La etimología griega del vocablo indica, por un lado, el pecho o el tórax (“stêthos”) y, por otro, el “aparato para observar” (“skopion”). Para escuchar se requiere silencio interior y exterior. Concentración suma que luego permita inferir conclusiones aproximativas lo más cercanas a la verdad y a la certeza. Ojalá el médico o el estudiante de medicina no se quede en la mera auscultación de sonidos intracorpóreos. Que también sepa – Dios lo quiera – percibir al vuelo el sonido quizá imperceptible del sufrimiento moral, de la desesperanza, de la desilusión. El dolor físico es únicamente la punta de un iceberg. Detrás de él se esconde una multiplicidad de realidades a las que podemos dar nombre y rostro, palabra y afecto, preocupación sana y ocupación pronta y oportuna. La genialidad de un médico no se mide en exclusiva en términos de eficacia o eficiencia. El verdadero éxito rezuma una humanidad íntegra, holística, imagen visible del Invisible.

La bendición pone en el blanco a las personas. La persona humana es el principio y el fin de cuanto existe, de los bienes creados por Dios y por ella misma. Si hemos de bendecir los estetoscopios y las batas blancas es en vistas de quienes los han de usar. El objetivo de toda bendición es la toma de conciencia del correcto uso de las cosas y de su procedencia y finalidad últimas. Cuanto ha sido hecho por el hombre tiene como fuente originaria a Dios, artífice de nuestra inteligencia y habilidades. El hombre, propiamente, no crea, solo fabrica, transforma. Las cosas son solo medios al servicio del hombre. Y hay objetos, como los que ahora bendeciremos, que se han de utilizar con dignidad, por el significado técnico y antropológico que encierran. Además, podríamos incluso darles un significado teológico – ¡por qué no! –, que cada uno debiese osar descubrir. ¿El color blanco de la bata no nos recuerda acaso la pureza en la que renacimos el día de nuestro Bautismo? ¿No nos habla de aquella virtud recia, por la que hemos de luchar cada día y que recuperamos una y otra vez gracias al sacramento de la Confesión? ¿El estetoscopio no nos dice algo sobre ciertos sonidos que no queremos escuchar porque andamos por la vida distraídos en bagatelas insulsas? Habría que atreverse a captar el sonido sutil de la Palabra del Señor que habla en el silencio, en los acontecimientos ordinarios y extraordinarios de nuestra existencia, en las personas conocidas y desconocidas que nos rodean, etc.

Esta celebración es, en cierta forma, un rito iniciático. El devenir histórico del ser humano, dice la Sociología y la Antropología Cultural, está preñado de ritos. Empezar a vestir la bata blanca o poder hacer uso del estetoscopio es una concesión que ahora asume la faz de un rito de iniciación. Se da un paso hacia adelante, se superan ciertos límites. Se adentra el estudiante de medicina en un ámbito de novedad, de desconcierto y quizá de temor por los retos intrínsecos al empleo de cuanto vamos a bendecir. A mayor conocimiento y pericia, mayor compromiso, de cara a los demás y a uno mismo. Alumno de medicina: puedes y debes ser más y mejor, un profesional en pañales y en camino, que investiga y se apropia de nueva información no para dominar, sino para servir; no para pavonearse, sino para crecer en modestia intelectual.

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