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Adviento: en el presente y en el futuro mi esperanza es Jesús

“Sé de quién me he fiado”
(San Pablo: 2Tim 1,1).
Por: P. Fabián Vallejos Malca.
Capellán de la Facultad de Ciencias Empresariales USAT
 
El tiempo litúrgico del Adviento es una ocasión para acrecentar nuestra fe, esperanza y caridad viviendo con más intensidad la oración, la mortificación y la gracia. Fomentando el perdón en la familia y con nuestro prójimo.

“El Adviento tiene una doble índole: es tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres, y es a la vez el tiempo en el que, por este recuerdo, se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos” (Calendario Romano); es decir, la Parusía, palabra que se deriva del griego pareimi que significa estar presente o llegar.

Como ya dejó claro Jean Daniélou en su clásica obra “El Misterio del Adviento”, toda la historia de Israel es una ansiosa espera del Mesías, y toda la historia de la humanidad es una anhelante espera de la segunda venida de Cristo.

En el Nuevo Testamento se utiliza la palabra Parusía en su acepción técnico-religiosa, designando con ella el advenimiento de Cristo al final de los tiempos Se habla de la segunda venida de Cristo para distinguirla de la primera, que ocurrió en la Encarnación; su primera venida al mundo fue en la carne, la segunda será en su gloria.

En nuestros tiempos, el Adviento es un tiempo para el compromiso de hacer realidad aquí y ahora el Reino de la justicia, de paz, de armonía universal que Isaías anunció para los tiempos mesiánicos (Is 11,6-9)

En este sentido, en palabras de Benedicto: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin” (Benedicto XVI, Porta Fidei).

¿Cómo vivir el tiempo litúrgico del adviento?

Lo podemos vivir preparando nuestros corazones mediante la práctica de la  caridad, la reconciliación y la oración.

-La caridad: en especial con los que más sufren en este mundo. Es necesario recordar lo que nos dice la Iglesia: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (cfr. G. S N°1).

«Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana». (SS, 38). Vivamos el Adviento con el aroma de la Caridad.

-La reconciliación: una de las cosas que más nos ayudará a una Navidad vivida en profundidad es convertirnos a Cristo y reconciliarnos sacramentalmente en este tiempo de Adviento.

Decía san Agustín “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Se te recuerda que la salvación es gracia de Dios y acogida y respuesta personal para lograrla. Por tanto, nuestra actitud cristiana es espera confiada en lograr la promesa de Salvación hecha por Dios que se cumple en su Hijo Jesucristo nuestro Salvador. Y, el primer paso para ser redimido, es vivir con Cristo, por ello vivir el Adviento reconciliándonos con el prójimo y por ende con Dios es vital.

-La oración: los momentos de diálogo con Dios deben incrementarse en este tiempo litúrgico. Hablar con Jesús que es la luz por antonomasia es el alimento para actuar con sabiduría. Se recomienda en este tiempo, no solo preparar momentos de oración personal sino también comunitaria, ya que para llegar hasta la Luz, necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. La oración hecha con fe transforma la mente y el corazón.

Como sabemos el Adviento es un tiempo de espera, es decir de ESPERANZA EN JESÚS nuestro Dios Hermano que nos salva. Si vivimos este tiempo sumergidos en caridad, reconciliación y oración de seguro nuestra esperanza en Él se fortalecerá.

Recordemos, al igual que para el antiguo pueblo de Israel, Jesús, el Emmanuel, el Cristo, el Mesías, significa la ESPERANZA puesta en Dios, para gozar de la vida eterna que Él nos lo ha prometido porque como lo dijo el Papa Benedicto XVI: “Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza” (Spe Salvi).

Que al ir encendiendo cada una de las velas de la corona de Adviento, se disipen las tinieblas del pecado y comience a clarear la luz de tu presencia en nuestras almas. Que, por el espíritu de oración, penitencia y sacrificio, la caridad en nuestra vida nos prepare para recibirte y anuncie a los que nos rodean tu presencia entre nosotros.

Vivamos siempre en Adviento, con nuestra mirada puesta en Jesús, que es fuente de vida para cada uno en particular y para nuestro tiempo y desde nuestro interior digamos: «Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las buenas obras, para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno.» (Oración Colecta)

Digamos siempre como S. Pablo “Sé de quién me he fiado (2Tim 1,1). Mi esperanza es JESUS”.

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