2021: Entre el populismo, el covid y la recuperación
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Docente de la Escuela de Economía USAT
En la primera ola de contagios de este virus, en el ya lejano 20 de abril de 2020, Reino Unido tuvo una media de 4,819 contagios por semana con 758 decesos en promedio; ahora en plena segunda ola, al 12 de enero de 2021, esta tasa llegó a 56,495 contagios con 740 decesos; la situación se ha desbordado para una de las principales economías del mundo.
Lo anterior nos lleva a pensar, que la vacuna aún tomará tiempo para servir de freno al virus, incluso en países que ya comenzaron este proceso, y lo más importante, mientras no sea realmente generalizada; es una solución parcial para una economía que aún está en terreno negativo. Si esa es la realidad contradictoria pero esperanzadora para economías del primer mundo, es claro que para economías como la peruana el panorama pinta complicado.
Boscá, Doménech, Ferri, García y Ulloa (2020) aplican un modelo de equilibrio general macroeconómico y encuentran, que la ausencia de políticas de mitigación del virus, puede llevar a pérdidas del producto de 5 a 7 puntos porcentuales (para España), es una señal de lo que podríamos enfrentar, salvando las enormes distancias entre los sistemas de salud peruano y español; si no tenemos vacunación a la vista y en un escenario donde los recursos fiscales ya no tienen mucho margen de acción, pues el déficit fiscal el 2020 cerraría en 8.6% del PBI y de acuerdo a las cifras de recuperación previstas por el BCRP, llegaría a 4.4% en el 2021.
En este contexto, las cartas parecen echadas, la segunda ola del virus ha llegado al país, como también a muchos otros; pero el nuestro exhibe una economía sumamente debilitada (una caída de 11.5% en el 2020), lo que lleva al gobierno a ser muy cauteloso a la hora de plantear restricciones a la actividad económica, el país no resistiría más cierres.
Sin embargo, el incremento de los contagios (o el riesgo del mismo) de un modo u otro afectarán la actividad económica, aun cuando también navegamos en la idea de que nuestra población ya está masivamente infectada y eso puede impulsar el relajo social o amenguar la prevención ante el Covid, sin embargo estas cifras rondan el 40% y aún no se tienen los reportes de prevalencia del MINSA, de modo que la población susceptible de contagio es aún amplia y cada región al interno del país, tiene su propia dinámica de contagio.
Sin vacunas o con un cronograma largo (y nebuloso) para la vacunación, con un sistema de salud nuevamente en estrés y con menores pruebas o test de Covid a la población (un aspecto fundamental para controlar la pandemia, donde Perú corre rezagado con 5.56 millones de pruebas realizadas a enero 2021, frente a las 8.2 millones de Colombia y 6.6 millones de Chile); el país corre en desventaja para encarar la recuperación económica en el 2021.
Un aspecto positivo es la curva de aprendizaje de los especialistas de salud que podrían reducir la tasa de fatalidades, sin embargo, las limitaciones de infraestructura, la poca planificación, y debilidades de gobernanza del sistema sanitario, vuelven a jugar en contra de una economía ya muy golpeada.
Es en el contexto anterior, que debemos analizar las perspectivas económicas al 2021, claro está que hacer ejercicios de predicción es por decir lo menos, bastante arriesgado, así que nos limitaremos a comentar algunas evidencias existentes al momento.
Una primera señal de alerta de las particularidades de la economía peruana, es una tasa de inflación que cerró noviembre 2020 en 2.14% arriba de la meta, con una expectativa de inflación de 1.68%, ambos indicadores en tendencia alcista. Si bien, los analistas diversos concluyen que esta tendencia decaerá en el 2021, cabe preguntarse este suceso curioso en una economía deprimida. Algunas razones planteadas por el BCRP, indican que muchos precios vinculados a la salud, los alimentos y la oferta, son los causantes.
Lo anterior supone que los controles inflacionarios terminan siendo débiles a la hora de enfrentar las prácticas empresariales, sobre todo en mercados de alta concentración como el farmacéutico o el avícola (el pollo ha sido la reina del incremento de precios en los últimos meses, más de 9 soles por kilo en un mercado donde el escenario de “normalidad” ubica al precio entre 6 a 7 soles el kilo, razones de menor producción están detrás, con una mirada “optimista” de corrección en el futuro). Esta realidad no cambiará, de modo que las presiones inflacionarias seguirán allí; eso justifica el miedo del gobierno a dejar libre el mercado de vacunas (aun cuando la oferta privada en el mundo, hoy por hoy es inexistente pero en la medida que las economías desarrolladas logren una masa crítica de vacunados, ese mercado comenzará a existir).
Otro factor de oferta asociado a la inflación y que podría complicar el panorama inflacionario es el tipo de cambio, primero porque repercute en la inflación importada y esta se asocia a los alimentos y el combustible.
El riesgo es no menor, a diciembre 2020, en cifras de la FAO, el índice mundial de precios de alimentos subió en 3.1% anual, luego de 7 meses consecutivos de alzas y el mayor nivel de los últimos tres años. Las razones de ello, un alza en los precios del maíz (base del sector avícola) y del trigo (base de la alimentación peruana, en otro sector altamente concentrado) de 5.6% y 7.6% respectivamente, incluso el arroz subió sus precios internacionales en 8.6%, si bien somos un país con mucha producción de este cereal, no debemos obviar que también importamos arroz.
A nuestro favor tenemos las tendencias bajistas del precio del petróleo (otro sector de elevada concentración nacional) debido a una recuperación mundial aún lenta (el valor del barril WTI cayó 20.71% en el 2020).
Ese panorama debe ahora relacionarse con un tipo de cambio sujeto a diversas presiones, la más importante de ellas: el riesgo político. El valor del dólar en soles peruanos, cerró diciembre 2020 con una variación de 9% anualizada con una alta volatilidad: 2.6% en este año, respecto a 1.65% de volatilidad en el 2019. Además hay que señalar que algunos costos, como los derivados de los contratos energéticos privados, se asocian al tipo de cambio.
La presión cambiaria no parece cesar para este 2021, las razones son claras: elecciones presidenciales y congresales en abril, un congreso con una feroz vocación populista y a la vez de destrucción fiscal (entre las nuevas ideas destacan un bono de carga familiar en el estado, reincorporación de ceses colectivos, más exoneraciones de IGV, nuevos nombramientos en el estado y un largo etcétera de alto riesgo) y probablemente un deterioro de las calificaciones de riesgo de la deuda pública peruana (con el añadido de una amplia caída de 17.4% en la recaudación tributaria en el 2020) inclusive la corporativa, sobre todo de las entidades del mercado financiero peruano.
En medio de estas presiones, lo positivo es el alza esperada de los términos de intercambio en alrededor de 5.3% para el 2021, manteniendo la tendencia del 2020, muy favorable para nuestras exportaciones (el índice Global PMI de manufacturas a diciembre, muestra a USA, China y la Eurozona en el área de mejora por quinto mes consecutivo), el riesgo subsistente es que las elecciones y el populismo incesantes en el país, creen más escenarios de enfrentamiento entre las industrias exportadoras (que superen las propias negociaciones empresariales), sus trabajadores y la sociedad inmediatamente vinculada a estas empresas.
Finalmente, hay que señalar que otra señal de optimismo, es el crecimiento del crédito, las medidas eficaces del BCRP (a octubre 2020, el programa Reactiva hizo crecer el crédito en 17%, en el resto de operaciones sin este beneficio, el crédito cayó 3.9%) lograron que se expanda en 12.5% en el 2020, sin embargo la ausencia de este programa y los mayores riesgos de los clientes (los sectores con mayor caída de créditos sin programa Reactiva fueron el comercio, la manufactura, la minería y los servicios), harán que el crédito se mueva a un ritmo de 3% esperado por el BCRP en el 2021, cifra lenta pero al menos positiva, en el contexto peruano.
A modo de conclusión, siempre con los riesgos presentes, las expectativas de crecimiento para el 2021 son a mi modo de ver “demasiado optimistas”, se espera un rebote de más de 11% en el 2021; pero con un empleo más precario, con inversiones que se harán más lentas dado la segunda ola del Covid, con riesgos populistas que impactan en precios y el valor de la moneda, un sistema de salud con pocas garantías, y lo más importante choques de optimismo reducidos ante una vacunación aún lenta y lejana; es de esperar que la economía tenga un menor desempeño, lo único que queda esperar, es que la confianza empresarial y el consumo, ahora muy ligado a los canales digitales, sigan subiendo, ello permitiría algo más de contrataciones e ir cerrando las enormes brechas sociales, que la pandemia ha dejado y seguirá dejando.