Aprendí perfectamente aquello que dice: Lo que no se publica, no existe
Docente de la Escuela de Comunicación USAT
Las disposiciones de las autoridades de confinar a la población han sido muy discutidas por diversos sectores sociales. Es entendible que miles o millones de personas dedicadas a labores de micro y pequeñas empresas, o informales que se ganan el sustento diario; pidan al gobierno no detener la muy mentada reactivación económica.
Pero, hay otro sector que también percibe estas medidas como limitantes para sus fines. La política -más precisamente- los políticos, no ven con buenos ojos los parámetros que les impiden realizar las típicas estrategias y tácticas proselitistas. Los mítines, las reuniones en bases, el repartir propaganda física, los abrazos, las fotos besando niños o comer potajes típicos.
Ante este panorama muchos han optado por llevar sus campañas rumbo al Congreso o al Palacio, a los espacios virtuales donde se encuentra la población conectada en altas cantidades a raíz de esta pandemia. Pero han equivocado las acciones específicas en un entorno virtual. Se está cometiendo el error de considerar como similares los comportamientos de los públicos en estos escenarios. Se pretende desconocer que los likes nunca serán iguales a los votos. Ni en campañas de marketing empresarial o institucional se ha creído conveniente contabilizar esas reacciones como indicadores claros de conversión de prospectos a clientes.
Por ende, un candidato puede ser muy popular en las redes, pero fracasar en las urnas. Puede ser muy conocido, pero no reconocido. Trato siempre de explicar esta pequeña gran diferencia. Malos asesores convencen a los candidatos que el rebote en redes tiene efecto positivo en los resultados de la elección. Nada más alejado de la realidad, debemos escudriñar muy profundamente en la psiquis de esos seguidores o reacciones para poder intuir cuál será su decisión al momento de la votación.
Internacionalmente tenemos grandes ejemplos de manejos maquiavélicos del comportamiento digital de las personas, llegando a colocar presidentes y autoridades a su antojo. Mediante mecanismos de manipulación mediática con noticias falsas o psicosociales.
Entonces, ¿se puede hacer una campaña limpia y efectiva en redes sociales?
Creo que sí, lamentablemente el factor tiempo es el que juega en contra esta vez, con un país abatido políticamente, con una población indiferente e indecisa. Se estrecha el camino para hacer llegar las propuestas partidarias de manera sensata y con un lenguaje claro y sincero.
Será acaso que estamos encaminados a una elección llena de desconocimiento, quizá prevalezca nuevamente la simpatía por sobre la idoneidad. Por lo que a los medios y la academia le corresponde con premura crear los espacios neutrales y eficientes. Y a todos, ejercer la ciudadanía en sentido irrestricto e inherente.