Articulos Filosofía y Teología
Bendición y reserva del santísimo sacramento Corpus Christi 2019
“Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: «Tomen, esto es mi cuerpo». Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos. En verdad les digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta aquel día en que lo beba de nuevo en el Reino de Dios»” (Mc 14, 22-25).
Reflexión:
Antiguo no es sinónimo de anticuado. En la Iglesia, lo antiguo es, paradójicamente, nuevo. Resulta actual, por tanto, cuanto estableció sobre la Eucaristía el Concilio de Trento: el Cuerpo del Señor, es decir, el Corpus Christi, “está presente para despertar sentimientos de gratitud y evocar el recuerdo del Señor de todos” (Benedicto XVI). Al respecto, continúa diciendo el Papa emérito: “el Cuerpo del Señor debe contrarrestar la falta de memoria del hombre. Además, debe hacer de él un ser agradecido. Por último, tiene que ver con la comunidad, con la fuerza unificadora que brota de la presencia del único Señor (…). Así pues, el Cuerpo del Señor es, en última instancia, adhesión a Dios y al amor, reconocimiento de que Dios es amor. Todo lo que se dice y se hace en el Cuerpo del Señor es, en realidad, una única variación de ese lema: de lo que es y hace el amor. En uno de sus cantos al Cuerpo de Cristo, Tomás de Aquino ha expresado esta idea con la siguiente fórmula: (….) el amor no se consume, sino que se regala y, al regalarlo, se recibe. Al brindarlo a los demás no se extingue, sino que se renueva. (…) El Cuerpo del Señor es un acto de fe en el amor. (…) El Cuerpo del Señor nos dice que existe el amor y, por existir él, (…) debemos tener esperanza. La esperanza nos da la fuerza para vivir y arrostrar los peligros del mundo”.
Peticiones:
Cristo es el Pan de Vida eterna. Este Pan es el Amor de Dios que en Cristo se regala y, al brindarse, no se extingue ni se consume, sino que se renueva y se expande ilimitadamente. A cada petición responderemos diciendo: “Te lo pedimos, Señor”.
– Señor, tenemos hambre de pan, pero quisiéramos también tener hambre de Ti. Que no reduzcamos, Señor, nuestra existencia a la mera satisfacción, si bien legítima, de nuestros deseos materiales; que por alimentar nuestros cuerpos, no sometamos nuestras almas a “huelga de hambre” esporádica, repetida, prolongada o indefinida. Roguemos al Señor.
– Señor, tenemos hambre de ti, pero además, inevitablemente, de pan. Que al llevarnos el pan a la boca, nos acordemos, Señor, del que no puede saciar su hambre, porque quizá nuestra mezquindad personal o de hecho la inequidad social le arrancan el pan de su boca a dentelladas. Roguemos al Señor.
– Señor, tenemos hambre de ti, pero quisiéramos que nuestra vida cotidiana igualmente la tenga. Que no nos contentemos, Señor, con hacernos una sola cosa contigo en el templo y luego, en la vida, seamos dos seres separados y completamente desconocidos. Roguemos al Señor.
– Señor, tenemos hambre de ti, pero quisiéramos incluso que todos nuestros hermanos la tengan. Que no pretendamos jamás, Señor, una espiritualidad individualista e intimista; que redescubramos cada día la importancia de vivir nuestra fe en tu Cuerpo y en tu Sangre – que ahora no podemos tocar ni ver – en comunión con todos nuestros hermanos, para que unidos podamos tocarte y verte sin cesar en el Cielo. Roguemos al Señor.
– Señor, tenemos hambre de ti, pero el mundo, asimismo, tiene hambre de amor, de justicia, de esperanza. Que todos los cristianos concibamos, Señor, nuestra fe en la Eucaristía como una llamada a hacer de la “selva” de este mundo una “civilización” no únicamente homínida, sino humanizada y “humanizadora”, al mismo tiempo que divina y enamorada de los valores trascendentes. Roguemos al Señor.