Articulos Opinión
¿Cómo afrontar el duelo en tiempos de COVID-19?
Feb 15, 2022
Por: Dra. Marilia Cortez Vidal
Docente de la Escuela de Psicología USAT
A lo largo de la vida nos encontramos en una continua fluctuación entre contacto y despedida, en cada una de ellas se da un proceso de muerte y renacimiento – surgir después de una adversidad ; sin embargo, es la muerte una de las vivencias más dramáticas que enfrenta la persona generándole angustia.
Afrontar la pérdida de una persona es inimaginable. Mencionar pérdida en tiempos del COVID-19 es graficar un escenario diferente, donde los rituales acostumbrados para la despedida se han visto modificados, no teniendo la oportunidad para cerrar el ciclo. Es doloroso pensar que no se verá más a aquella persona significativa para nosotros, el negar lo que ha acontecido suele ser una reacción que se manifiesta, la negación es un mecanismo de defensa que permite protegernos de lo que acontece y no visualizar lo que sucederá más adelante, todo naturalmente aceptable como primer punto de partida en el proceso del duelo.
Cuando se menciona el término duelo, este alude al sentimiento de vacío que queda después de una pérdida. Para poder entender la magnitud del mismo es necesario señalar que las personas forman vínculos, los cuales se componen de una cierta cantidad y calidad de aspectos positivos o negativos que se desarrolló con la persona ausente y cuando ese vínculo se quiebra, surge la aflicción, el mismo que es un conjunto de sentimientos que suele manifestarse en frustración, impotencia, culpa, tristeza, ira…Esta aflicción logra influenciar a nivel físico, intelectual, emocional, social y espiritual, de ahí que el dolor de la pérdida dependerá de aquel vínculo y la valoración que se realizó.
La manera de cómo se dio la pérdida se verá reflejada en el proceso del duelo y es diferente una muerte esperada a una que no, esta última puede generar un gran vacío y los famosos deberías: “debí decirle, debí despedirme, debí ser…” se exteriorizan perjudicando el mismo.
Para retornar el equilibrio al yo integral (físico, intelectual, emocional, social y espiritual) es importante identificar con qué recursos personales se cuenta, por ejemplo habilidades sociales, autoestima, optimismo, capacidad de adaptación, resolución de problemas, estilos de afrontamiento en general, entre otros, ya que partiendo de ello se podrá dar marcha a un sano proceso.
Iniciar con pequeños pasos como: exteriorizar las emociones, para ello es preciso prestar atención y escribir en un diario lo que se perdió producto de la pandemia y darse el permiso de expresar lo que se siente.
El expresar las emociones dará cabida a descubrir las fortalezas y capacidad de afronte ante situaciones difíciles y responder cómo me pueden ayudar a seguir adelante…
No permitir que el distanciamiento social impida mantenerse conectado; es fundamental relacionarse con familiares y amigos, los cuales puedan brindar apoyo mediante llamadas telefónicas, mensajes de texto, videollamadas y redes sociales. Compartir con aquellos que se encuentren en la misma situación puede ser de ayuda, lo que facilitaría el crecimiento del otro y el propio, sembrando valores humanizantes como la humildad y cooperación.
Organizar las rutinas, de manera que pueda brindar propósito en el día a día. Disminuir la exposición de noticias sobre el COVID-19 y aquellas negativas. Mantener un horario de sueño regular y una alimentación saludable.
A medida que se “adapte a la nueva realidad”, se logrará cambiar a sí mismo y reorganizar el entorno, ajustándose creativamente, lo que permitirá el autoapoyo. El sentimiento de gratitud hacia la persona ausente, del mismo modo encontrar significado positivo a la relación que se tuvo, serán experiencias que darán sentido a la vida.
No olvidar que al final del recorrido se espera tener un sentimiento de agradecido recuerdo, indicador de una sana elaboración y término del proceso del duelo, momento especial donde surge intensidad emocional, sanear situaciones inconclusas que desembocarán en un profundo sentimiento de paz y serenidad. Tener ocasión de concluir asuntos pendientes (de manera simbólica si fuese el caso) y aprender de la experiencia dolorosa, no cabe duda que proporciona madurez y crecimiento: poder decir adiós a lo que dejamos y dar la bienvenida a lo que nos llega.
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