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Articulos Opinión

Día Mundial de la Salud

Por: Dra. Patricia Campos Olazábal
Rectora USAT

Todos los años celebramos el Día Mundial de la Salud, el 7 de abril en homenaje a la fundación de la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 1948 .

Este año y en medio de la pandemia que aún azota a nuestro planeta, el lema propuesto por la OMS, en el marco de una serie de celebraciones y reuniones mundiales, es “Construir un mundo más seguro, equitativo y más saludable”, con el cual  pretende empoderarnos a todos para realizar ese sueño que hoy por hoy parece inalcanzable.

Definida como “ el perfecto estado de bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad”, —a lo que se debería añadir también bienestar  emocional y espiritual— la “salud” nuestra de cada día, se ha visto, en estos momentos, severamente golpeada, comprometida y, hasta se diría, menospreciada. El año pasado,  el COVD-19 nos mostró que habitamos un mundo desigual, que en medio de la pandemia atinamos a combatirla, pero dejamos  de lado enfermedades crónicas prevalentes e inclusive enfermedades prevenibles por vacuna, cuyos indicadores de morbilidad y mortalidad se dispararon a cifras alarmantes y no solo en países en vías de desarrollo. Así mismo, el COVID-19 demostró que podía ser más severo en aquellas poblaciones más vulnerables, y que si no podemos garantizar la equidad tampoco podemos ofrecer condiciones de vida y de trabajo adecuadas sobre todo en este contexto.

¿Hacía falta que llegáramos a esto para detenernos un minuto y pensar? ¿Para que entendamos que sin salud universal no es posible seguir adelante? Si por salud universal entendemos que todos tengamos acceso, sin discriminación, a asistencia de calidad, deberíamos priorizar servicios de atención primaria verdaderamente bien atendidos, no tanto por tener muchos recursos tecnológicos, si no por tener profesionales de salud bien formados y con conciencia social; llegó el momento de efectivamente abogar por este tipo de salud, por esta forma de ofrecer salud con calidad y calidez. Tenemos arraigado  en nosotros el concepto de hospital de tercer y cuarto nivel, cuando lo más importante para que toda la población tenga buena salud es contar con centros de atención primaria bien equipados, los cuales con su buen actuar descongestionen los hospitales de referencia.

¿La salud es una tarea de la OMS o es un “activo” que deberíamos defender todos? Creemos que la respuesta es obvia, somos TODOS quienes debemos velar por una salud integral, como ciudadanos de a pie nos toca elevar la voz para defender y hacer cumplir nuestro derecho a una salud universal e integral; tomar conciencia de que la salud es un bien individual pero también es un bien común, y es deber de solidaridad cuidar de la salud de unos y otros, creando en nuestra comunidad espacios de diálogo con iniciativas, donde se discuta qué se necesita, qué oportunidades no se deben dejar pasar, y qué debe hacer cada uno en favor de los demás. Las soluciones  no  le corresponden solo al Estado, nosotros somos dueños de nuestra vida, de nuestra salud y debemos defenderla como derecho inviolable. Como comunidad universitaria católica debemos seguir el ejemplo del buen samaritano empezando por casa, en este momento de desesperación y angustia, cuidémonos y ayudemos a cuidar al resto, obedezcamos las reglas, los protocolos, cuidémonos ahora  para poder abrazarnos después.

Como profesionales de salud nos toca exigir mejores condiciones de trabajo, tener empleos más estables y mejor remunerados, nos toca educar a la población en normas básicas de higiene, de alimentación, de salud mental, etc. Nos toca discutir, en nuestro ámbito de trabajo, las políticas que se deben aplicar, somos responsables de cómo andan nuestras instituciones, debemos abogar porque el trabajo sea siempre en equipos multidisciplinares, con la experiencia que hemos ganado en ese rubro, en estos difíciles meses que nos han tocado vivir, y de los cuales hemos sacado, como dice el Papa Francisco, una enseñanza: “no podemos salvarnos solos”.

Pero de repente lo más difícil será llegar a quienes toman las decisiones; pero debemos hacerlo y hacerles ver que deben recoger nuestras opiniones, que somos nosotros quienes día a día y al pie del cañón conocemos el trabajo habitual, nuestra experiencia debería de servirles de insumo, no es fácil gobernar sin información y esa información la tienen en los centros que administran salud; acostumbrémonos a tener lista y al día esa data, que quienes deban decidir las consulten y puedan realmente responder a situaciones concretas. Debemos pedirles que conversen con nosotros y con otros, de otros lugares, de otros países, todos somos seres humanos con problemas comunes y con soluciones muy parecidas;  solicitarles que se conviertan en actores de esperanza, de caridad; actores que se involucren con su prójimo, ese prójimo que somos todo un país, con sus diferentes costumbres y geografías pero un país donde late un solo corazón.

Celebremos este día con pensamiento resiliente. ¡Sí podemos!, con  la esperanza de un mañana mejor, más equitativo y más solidario, con mucho amor en el corazón y en nuestros actos, haciendo nuestras las palabras del Papa Francisco: “Cristo resucitado es esperanza para todos los que  aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron un ser querido…el anuncio de la Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: Jesús, el crucificado, ha resucitado”

¡Feliz Día Mundial de la Salud!

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