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Discurso de Homenaje del Cardenal Prevost al Papa y Compromiso con la Iglesia Universal en el Consistorio de Nuevos Cardenales

Fuente foto: Vatican Media

Al inicio del Consistorio, el cardenal Prevost, como primero de los nuevos cardenales, pronunció el siguiente discurso de homenaje al Pontífice.

Padre Santísimo,

En nombre de todos los cardenales electos, quiero expresar mi gratitud y también el profundo respeto y cariño que nos une en este momento. Te damos gracias porque tu elección nos permite estar cada vez más al servicio de la misión de anunciar con alegría el mensaje del Evangelio. Sentimos profundamente el peso de esta nueva responsabilidad, conscientes de nuestra insuficiencia.

Te agradecemos porque, con este nombramiento, nos consideras dignos de tu confianza y capaces de expresar un discernimiento útil para el complejo gobierno de la Iglesia universal. Desde su ejemplo personal, nos sentimos exhortados a buscar la radicalidad evangélica de todas nuestras acciones, a orientar nuestro pensamiento hacia una lectura de la Iglesia y del mundo que quisiéramos ver con una mirada capaz de comunicar el amor y la misericordia de Dios.

No podemos ocultar la conciencia del peso de este nuevo servicio. Sabemos que un cargo trae consigo una carga, que los latinos resumían con la expresión «Honos habet onus», todo honor conlleva una carga, para decirlo con san Agustín: «Magis onus est quam honor» (serm. 355). Quien trabaja manualmente sabe que para llevar un peso con seguridad es mejor no levantarlo demasiado del suelo, de ese humus que nos lleva al origen de lo fundamental para todo discípulo de Cristo: la humildad.

Esta tarea es entonces una llamada a la humildad; es Cristo quien nos interpela a través de su persona, el Santo Padre, y aprovechamos para implorar con mayor compromiso la asistencia del Espíritu Santo de Dios, para servirnos si es necesario, usque ad effusionem sanguinis.

Santo Padre, usted ha querido celebrar este consistorio público antes de inaugurar el próximo Sínodo sobre la sinodalidad. Ser una Iglesia sinodal que sabe escuchar a todos es el camino no sólo para vivir personalmente la fe, sino también para crecer en la verdadera fraternidad cristiana. Nos recordó que es necesario aprender a escuchar como los santos, como San Francisco de Asís que escuchó la voz de Dios, la voz de los pobres, la voz de los enfermos, la voz de la naturaleza. «Transformar todo en un estilo de vida» (ft, 48). Más allá de la búsqueda de nuevos programas o modelos pastorales, que siempre son necesarios e importantes, creo que debemos comprender cada vez más que la Iglesia sólo lo es plenamente cuando escucha verdaderamente, cuando camina como nuevo pueblo de Dios en su maravillosa diversidad, redescubriendo continuamente su propia llamada bautismal a contribuir a la difusión del Evangelio y del Reino de Dios. La belleza de la universalidad de la Iglesia que se manifestará en el desarrollo del Sínodo será un signo muy importante, que podrá Hablamos de la misión que todos los bautizados hemos recibido, en comunión con el sucesor de Pedro y en la profesión de la misma fe.

Santo Padre, hoy somos nosotros quienes te decimos: «Acuérdate de orar por nosotros». Que estos nuevos «pivotes» que establece hoy puedan contribuir a que la puerta de la Iglesia universal esté más dispuesta a abrirse, más rápida a acoger, más capaz de escuchar a todos. Gracias, Santo Padre.

(L´Osservatore Romano)

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