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Articulos Opinión

Discursos e innovación: Lo que oculta esta relación

Autores:
Renzo Vidal Caycho.
Director de la Escuela de Economía
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.

Carlos Purisaca Neira.
Alumno del V ciclo de la carrera de Economía
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo.


La revolución francesa trae consigo a geniales políticos que cambian el rumbo de Francia, entre ellos, Maximilien François Marie Isidore de Robespierre. En su nada célebre “Reinado del Terror”, lleva a todo un país a vivir una tiranía cruel y sangrienta, donde Girondinos y Jacobinos, los primeros defendiendo a empresarios y grandes comerciantes y los otros conformados por profesionales y medianos propietarios, entran en discusiones duras tras ideales totalmente opuestos. En este contexto nace la figura de Georges – Jacques Danton quien da una fuerte oposición y es acusado como enemigo de la República de parte de los Girondinos y llevado a la guillotina. En sus últimas palabras pronuncia su famoso y breve discurso: “No se olviden de mostrar mi cabeza al pueblo, merece la pena que la vean” (François-Henri Désérable, 2016). Así, los franceses pasan de casi de la noche a la mañana de creer en el mito del derecho divino de los reyes a creer en el mito de la soberanía del pueblo (Harari, 2022). Esto, estimados lectores, es innovación en su más pura esencia como la de un café espresso.

¿Cuál puede ser la relación entre un buen discurso y la innovación? Una de las principales manifestaciones de la evolución humana es la comunicación grupal. De hecho, muchas marcas prevalecen hasta ahora porque existe la creencia de una marca sólida incapaz de derrumbarse ante ciclos económicos cambiantes. Es el caso de Peugeot, una corporación propietaria de fábricas, maquinarias, personal, que, si hay un despido masivo o que, si está totalmente quebrada, la marca sigue existiendo. No significa que es inmortal, sino que esta pertenece a un género particular de ficciones legales llamadas “Sociedades de Responsabilidad Limitada”. Tales compañías son totalmente independientes de los fundadores, o de los que invierten en ella, por lo que, si uno de los autos se estropea, el comprador lleva a la Corporación a los tribunales y no a los dueños. Y es que contar una buena historia y convencer a todos de que esta marca es superior a todas, cuando se tiene éxito más allá de quienes lo dirigen, le confiere un poder inmenso donde extraños cooperan en objetivos comunes, creando los “constructos sociales o realidades imaginarias”.

El Perú de hoy ni vive de un buen discurso ni de una buena innovación, lamentablemente. En el 2023, dentro del Índice Global de Innovación, el Perú ocupa el puesto 76 de 132 países evaluados, ubicándonos más en los países de poca innovación a nivel mundial, reflejándose en la inversión en esta materia. Según cifras del Banco Mundial, en el 2022 se observa que el Perú gasta solo el 0.16% del Producto Bruto Interno (PBI) en ciencia e innovación, siendo menos de la mitad en comparación con la de nuestro país vecino, Chile, que destina cerca del 0.40% de su PBI, y un poco más de la mitad que México con 0.27% y 0.29% de Colombia, respectivamente. Esta diferencia pone en evidencia la escasa prioridad que se le otorga a un factor tan crucial para el desarrollo del país como es la innovación.

Lo curioso, estimados lectores, es que actualmente Perú cuenta con 22 acuerdos comerciales, con condiciones arancelarias favorables que le permite entrar a 58 mercados distintos por su, irónicamente, innovación de productos. Una evolución extraordinaria que se reflejan en casi diez años de crecimiento continuo, con un 5.2% en promedio anual. Pero, México, tiene 23 acuerdos comerciales y Chile 31, no siendo tan grande la brecha de acuerdos entre estos países, incluido el Perú; y sin embargo, al observar el PBI per cápita del 2023 en cada uno de ellos, el cual es un indicador que refleja cierto bienestar en la población, el poblador peruano gana US$ 6,455 (a precios constantes del 2015) al año; mientras que un mexicano gana US$ 10,327 y un chileno gana US$ 14,247 al año. Claramente, más allá de los acuerdos comerciales que puede tener un país con el resto del mundo, si un país no invierte en innovación, que es el músculo motor de la economía de una nación, no se puede generar hacia adelante ni un crecimiento económico sostenido ni, por consecuencia, mayores riquezas en las familias.

En tanto, el discurso político claramente no llega a una población necesitada de cambios y eso se refleja en la poca credibilidad de la presidenta peruana. A abril del 2024, la desaprobación de su gestión presidencial es de 86%. Hoy, el cambio de ministros es pan de cada día, lo cual no es una novedad dado que uno de los puntos más álgidos en este aspecto se da con el expresidente Pedro Castillo que en un año llega a cambiar a 70 ministros. Si el Perú contase con líderes políticos que tengan la capacidad de discursos bien elaborados, con un “constructo social” que permita llevar a objetivos claros desde la empresa a la sociedad, la realidad peruana puede superar a esa “realidad imaginaria” en la que vivimos. ¿Hay una relación entre ambas? ¿Ud. qué opina?


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