Cómo ayudo a mi alumno
Por: Heriberto Solis Sosa
“¿Qué hago con este alumno? No quiere aprender. Ya no sé cómo hablarle. Viene al colegio por gusto. No sé por qué no se queda en su casa, solo viene a molestar a los que quieren estudiar. Por más que le hablo, le aconsejo, ¡nada! Le ingresa por una oreja y le sale por la otra”, se expresan, en su mayoría, los docentes buscando las causas externas de la actitud de su alumno.
Entre esas causas encuentran a los padres, quienes no actúan con responsabilidad en la formación académica de sus hijos, no revisan los cuadernos, no se dan tiempo para ir a la escuela para informarse como van sus hijos académicamente, no les controlan el tiempo que están en la calle.
Estudiar implica responsabilidad y, actuar con responsabilidad implica asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones, tanto buenas como malas. Además es tratar de que todos nuestros actos sean realizados de acuerdo a una noción de justicia y de cumplimiento del deber en todos sus sentidos, sin necesidad de que nos den una orden. Por lo tanto, ¿en qué momento se forma en el ser humano el valor de la responsabilidad?
Según el Psicólogo Redomiro Solis Sosa, nos dice, que partir de los primeros años de vida podemos ir formando este valor en nuestros hijos a través de los hábitos, como por ejemplo, haciendo que ubique sus juguetes en el lugar que corresponde después de haber jugado; lavarse las manos antes de sentarse a la mesa a desayunar, almorzar, o cenar; o señalarle periodos de tiempo para sus juegos. Cuando comienza a ir a la escuela, guardar con él en su mochila el material que va a utilizar, hasta que poco a poco lo vaya haciendo solo; revisar el cumplimiento de sus tareas del hogar como las de la escuela, etc.
Por ello, comencemos a reforzar este valor con nuestros educandos, actuemos nosotros entonces responsablemente, asumamos ese compromiso de ser maestros. En tal sentido, quiero compartir con ustedes algunos tips que en mi experiencia profesional me han servido para mejorar algunas actitudes de mis alumnos.
En primer lugar, hacer una historia familiar de nuestro alumno y a través de ella recoger información de su hogar como por ejemplo: con quién vive, quiénes son sus padres, en qué trabajan, si viven con él, cuántos hermanos tiene, etc.; esto me permite saber qué persona tengo en el aula y qué carga familiar trae a la escuela. En Segundo lugar, visitar su hogar y dialogar con sus padres o con quien esté a cargo de él para recoger información que me permita saber cómo ejercen el rol de la responsabilidad en su casa y, al mismo tiempo, contrastar la información que él me dio. En tercer lugar, partiendo de lo que ya conozco, darle pequeñas responsabilidades que pueda cumplir y que lo hagan sentir satisfecho con la labor encomendada, felicitar esa acción es importante para darle seguridad y confianza. En cuarto lugar, hacer que las clases sean motivadoras y que lo que le enseño lo pueda aplicar a la realidad, que le encuentre un sentido, es decir, para qué le va a servir lo aprendido en su formación personal. En quinto lugar, entender como maestro el principio de trascendencia en el ser humano y que lo que estás haciendo va tener más valor que un cuaderno lleno de contenidos en comparación a la transformación de un ser humano responsable útil a la sociedad.