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Articulos Opinión

El arte político de hacerse presente

IMG_3346Por: Martín Cabrejos

Las siguientes ideas, a partir de un antiguo análisis del “quehacer” habitual en nuestro país, producen perplejidad “… aquí no hay ciencia ni conocimiento que valga.  No son las ciencias y artes útiles en este país; por eso muchos hombres inteligentes, muchos sino todos, se han dado al cultivo de la única arte que hoy existe, arte que hace tiempo viene tomando auge prodigioso. A este arte debe usted dedicarse: el arte de hacerse presente”. En “El arte de hacerse presente”, Abelardo Gamarra, “El Tunante”, muestra un aspecto social del siglo XIX, vigente hasta la fecha: el deseo de figuración y la utilización de la política partidaria para este subalterno fin. No se trata de forjar el intelecto, de planificar o argumentar en base a ideologías; se trata de aparecer, de estar, de ser capaz de sonreír siempre (aun mientras se es cuestionado) de usar todas las habilidades sociales con el fin de causar simpatía, por la presencia, el gesto oportuno, la dádiva, la promesa y, en medio de todo este esfuerzo, dinero, mucho dinero, que es el ingrediente que no debe faltar.

Figurar, o “hacerse presente” requiere más que conocimiento, estar; “Para esto no necesita usted ni saber leer; puede usted ser el más ignorante de los hombres, el más pícaro, el más inútil; pero si consigue usted saber hacerse presente, tendrá usted, en este país riqueza, sabiduría y gloria, en el rey Salomón”. Cuando se trata de hacer política, de poco valen los títulos y logros académicos. La estupidez (antónimo de inteligencia) se engalana en medio de la estupidización del sistema político que se sustenta en la premeditada estupidización social.

El transfugismo, la más estilizada forma de hacer política corrupta, esa horrible muestra de oportunismo y debilidad ideológica de los malos políticos que recalan en organizaciones informales (mal llamadas partidos) no es novedad, ha evolucionado (haciendo con ello involucionar la práctica política) ya en el siglo XIX Gamarra lo decía con claridad “supongamos que usted es de un partido, que ese partido se viene abajo y que sube otro; al momento que éste pase su primera lista, dígale usted ¡presente!, y si se levanta otro, vuelva usted a decirle: ¡presente!”

La formación intelectual y política de la militancia ha sido siempre motivo de despreocupación. En este sentido, la mejor época formativa ocurrió entre las décadas de 1920 y 1940. Hoy, no existen los partidos escuela, aquellos que formen a su militancia en base a principios y valores político originales. Gamarra refiere “si los partidos no carecieran de criterio sabrían levantar a los hombres que han podido tener convicciones políticas erróneas, convirtiéndolos por la razón y por los hechos, y no levantarían a esos merodeadores de puestos, especie de camaroneros del río revuelto que corre desde la independencia acá…formarían y hasta fomentarían las ideas, pero jamás las de personas…” actualmente, es necesario un caudillo, los demás serán como ovejas, no se admite la libertad de pensamiento y se entiende lealtad como obediencia y obediencia como dominio; puedo agregar, se entiende dominio como anulación.

¿Hasta cuándo seremos partícipes de este “círculo vicioso”? ¿Cuándo consideraremos cosa seria entregar nuestra parte de soberanía a un líder que, después de una evaluación estricta, le nominemos merecedor de nuestro respaldo? Creo que cada vez está mas cerca el día en el cual sepamos discernir entre líderes notables y liderzuelos acomodaticios, entre políticos intelectuales e ignorantes arrogantes, entre personas capacitadas para gobernar y oportunistas ansiosos de figuración “… ese día se salvará el país, porque ese día se separará las ovejas de los cabritos, y ovejas y cabritos hay en todos los círculos”.

Pronto, pues estamos en tiempo electoral, aparecerán personajes de todo tipo. La labor del ciudadano debe ser, en base a evidencias (producción profesional e intelectual, conocimientos, experiencia y principios) decidir por los mejores, por aquellos que garanticen el buen gobierno y el desarrollo. Felizmente, los peores, son los de siempre; aquellos que buscan reelegirse sin haber rendido cuentas, sin méritos y sin productos.

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