El folclor y la diversidad cultural
Director del Instituto de Cultura ICUSAT
En los últimos tiempos, gracias a una cada vez mayor comprensión de nuestra diversidad cultural, así como al apoyo permanente de profesionales de la Antropología, la Sociología y la Arqueología, se ha logrado contribuir en su desarrollo a través de continuas investigaciones, publicaciones, registros y declaratorias de patrimonio cultural. Cabe la oportunidad para rememorar a uno de los primeros investigadores y promotores del folclor en el Perú, el escritor y antropólogo peruano, José María Arguedas (1911 – 1969) quien definió el vocablo “folclor”, más relacionado a nuestra diversidad cultural peruana, ampliándola de la mirada de origen propuesto por el escritor británico William J. Thoms (1803-1885), quien formó la palabra uniendo dos voces en una: folk, que significa pueblo, y lore, que quiere decir, conocimiento, sabiduría. Definición que fue empleada por el señor Thoms para nombrar una nueva ciencia que estudiaría “el saber tradicional de las clases populares de las naciones civilizadas”.
En el marco de aportaciones al folclor nacional, desde el nivel local se distinguen los importantes trabajos de promoción, investigación, publicación y declaratorias realizadas por los antropólogos Alfredo Narváez (la danza diablicos de Túcume RESOLUCIÓN VICEMINISTERIAL Nº 034-2013-VMPCIC-MC de fecha 24 de mayo de 2013), Luz María Santamaría, Juan Javier Rivera y el sociólogo Julio Sevilla Exebio (la danza de los guerreros cascabeleros de Kañaris, del distrito de Kañaris, provincia de Ferreñafe, departamento de Lambayeque RESOLUCIÓN VICEMINISTERIAL Nº 045-2019-VMPCIC-MC), declaratorias promovidas con los propios cultores de la expresión artístico-cultural, en armoniosa articulación a los museos y la DDC -L, habiendo conseguido los reconocimientos en virtud al profundo arraigo social relacionado con la identidad de sus portadores, su larga permanencia en el tiempo y su sólida vigencia.
En el caso de la Danza de los Diablicos de Túcume, también por su relación con la festividad de la Virgen Purísima, representa a los Siete Pecados Capitales, llamados los Siete Vicios en la tradición local, representación que originalmente era parte de la procesión del Corpus Christi, que con el tiempo pasó a segundo plano, ante la extraordinaria importancia que cobró el culto a la Virgen Purísima Concepción, patrona de Túcume. La danza se destaca por su estructura y narrativa dramática, sus formas musicales, sus instrumentos (chirimía, tambor), las coreografías, la particularidad del vestuario, características y manufactura de sus máscaras que representan a diversos animales, que varían en complejidad de acuerdo a la jerarquía de los personajes que las portan. Un elemento adicional, desde el enfoque territorial, es que los diablicos se presentan también en fiestas de otros santos, vírgenes y cruces en los caseríos del distrito de Túcume, lo que demuestra su importancia y valor simbólico de su práctica para las propias comunidades; así también, deja evidencia de que la cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y el espacio, y que esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades y en las expresiones culturales de los pueblos y sociedades.
En relación a la Danza de los Guerreros Cascabeleros de Kañaris, se trata de una manifestación que rememora la audacia y el coraje de las poblaciones locales que enfrentaron a la expansión incaica. Según la tradicional oral, el nombre de la danza hace alusión al júbilo de los combatientes locales que se expresa en el característico sonido de los cascabeles sujetos en las piernas. La danza se ejecuta cada año el 23 y el 24 de junio durante la fiesta de San Juan Bautista, patrón del distrito de Kañaris, días en que se producen procesiones de las dos imágenes veneradas: la de San Juan Bautista, conservada en el templo de la ciudad, y la de San Juan de Agüita, imagen más pequeña de San Juan Bautista, que hace su recorrido hacia la laguna llamada también Agüita, acompañado de autoridades y devotos locales como de otras localidades, Incahuasi y Salas, manifestándose el vínculo inherente y constante entre las comunidades. La comparsa está compuesta por doce hombres que portan una camisa blanca o azul cubierta por un poncho rojo, cada danzarín dobla el poncho y se lo coloca en el cuello adquiriendo la forma de las alas de un gavilán, ave considerada ente sagrado y de buen augurio, otorgando ritualidad a la danza, atados a las pantorrillas se encuentran los cascabeles de bronce, los danzantes llevan en las manos una espada de madera denominada palio o palyu, madera del árbol de la quina (cinchona officinalis) o del nogal (lomatia hirsuta), una corona hecha de cuero de vaca y cubierta con cintas (rojas, azules, naranja y verde), representan a la localidad. Esta corona es conocida localmente como huamachuco, palabras quechua; huamán y chuco, que significan gavilán o halcón y sombrero, alusión a la importancia de esta ave en el imaginario colectivo como ente protector de la localidad. La coreografía es de estructura propia y la música presenta en su estructura seis tonadas diferentes ejecutadas por músicos conocidos como mamitas, quienes tocan simultáneamente el pinkullu con la mano izquierda y la caja con la derecha.
Lo vertido en este artículo pretende enfatizar sobre la importancia de lo que significan nuestras manifestaciones culturales, su narrativa y valor simbólico y, así, profundizar en lo que denominamos como nuestro folclor, lo que significa y lo que simboliza cada producto cultural. Considero que con estas reflexiones el público podrá juzgar mejor la música, los bailes y otras manifestaciones artísticas populares que se le ofrecen como folklóricos. Así también, incidir en la importancia de la promoción del verdadero reconocimiento de nuestra diversidad cultural para la plena realización de los derechos humanos y libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros instrumentos universalmente reconocidos.
Feliz día del Folclor Peruano!!!