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Articulos Lengua y Literatura

El Poema Como Fuente Histórica: “Octavas Sobre las Ruinas de Lambayeque”

para la comprensión del Fenómeno de El Niño de 1791

Autor: Martín Cabrejos.

“Enero, poco,

Febrero, loco,

Marzo, poco a poco,

Abril, aguas mil o caben en un barril”

Antiguo Verso popular de la costa norte

Introducción

Según el historiador Raúl Porras Barrenechea, son fuentes históricas “todos los medios que tiene el hombre para adquirir la certidumbre de la realidad de un hecho histórico. Las fuentes históricas son pues las huellas o testimonios dejados por el hombre del pasado”[1] para el estudio de un hecho, el historiador conoce por versión de testigos. Se procura el testimonio directo, aquel de quien presenció, testimonió, oyó o vio un suceso.

Un poema, según DRAE es una “Composición literaria que se concibe como expresión artística de la belleza por medio de la palabra, en especial aquella que está sujeta a la medida y cadencia del verso”. La lectura de un poema nos invita a pensar en la realidad captada e interpretada por el autor. Podemos ser aproximados, a través de la lectura, a un espacio y tiempo históricos desconocidos, siempre, desde la percepción del poeta. Esta labor es racional e implica reflexión y será de utilidad en cuanto podamos rescatar, mediante la contrastación de fuentes históricas, lo real, separado de lo mítico o imaginario.

En el “Mercurio Peruano” T.II. 62. fols. 253-263 se informa sobre la ocurrencia y estragos del Fenómeno de “El Niño” de 1791 en Lambayeque, a través del poema histórico “Octavas Sobre las Ruinas de Lambayeque”, de autor anónimo.

El presente artículo hace un análisis del poema histórico referido comparando y contrastando la información que brinda con otros documentos históricos de la época. El objetivo es demostrar que “Octavas Sobre las Ruinas de Lambayeque” es una fuente histórica primaria que brinda información importante para el conocimiento de las consecuencias del Fenómeno de “El Niño” del año 1791 en Lambayeque.

  1. El Poema Como Fuente Histórica

Es notorio, de acuerdo a Juan Avilés Farré, que “En los últimos años se ha producido en la historiografía un giro hacia la literatura que tiene dos aspectos. Por un lado, se está prestando una creciente atención a las fuentes literarias. Por otro, a partir de los años setenta destacados historiadores han escrito libros que, tanto por su estilo como por su temática, están más próximos a la literatura que cualquiera de las grandes obras históricas de las décadas anteriores”(Avilés, 1989)[2].

La complementariedad entre historia y literatura es documental y hermenéutica y supone el vínculo entre ambas disciplinas en el registro y transmisión de los hechos históricos, objeto de su estudio, así como para la reconstrucción de un hecho a nivel global o particular.

La obra literaria, en general, y el poema histórico, en particular, es una fuente histórica documental de primer orden. Según Fernández (2008) el “uso de fuentes literarias dota al proceso de investigación histórico-científico, de un arsenal documental y una perspectiva metodológica de gran valor textual y hermenéutico. Nos permite acceder, siempre bajo criterios de selección y comprobación historiográfica, a dimensiones del hecho histórico negadas por la fuentes primarias,y a realidades emocionales, espirituales y simbólicas, tanto individuales y como colectivas, de notable significado testimonial: ideas no reconocidas, creencias ocultas, relaciones secretas, personajes no siempre secundarios, motivaciones reales, ideologías subyacentes”[3].

El deseo de reconstruir el pasado no es solo atributo de la historia, sino que intervienen también las denominadas artes del tiempo. En este sentido, “La preocupación por el tiempo entre todos los hombres y también entre los artistas, la pregunta por el de dónde y el adónde de la existencia humana y, por otro lado, la irrecuperabilidad del tiempo que convierte la vida humana en una vertiginosa carrera hacia un futuro incierto son dos poderosos estímulos del afán de dominar y ordenar el maremagnum del pasado, de abrir horizontes de futuro y de transgredir así de alguna forma la ineludible irreversibilidad del tiempo”. [4]

Además, tal como ocurre en el caso materia de nuestro estudio, “Un escrito puede comenzar a vivir como historia o filosofía y, posteriormente, ser clasificado como literatura; o bien puede empezar como literatura y acabar siendo apreciado por su valor histórico” (Spang, s.f) [5]

Además de ser preocupación de todos, la indagación científica en la historia incumbe a historiadores, pero también a filósofos; y el acercamiento artístico-cultural corre a cargo, ante todo, de los literatos, pero también de los cineastas, de coreógrafos y compositores cuyas artes pertenecen igualmente a las llamadas artes en el tiempo y de alguna manera buscan expresiones estéticas que contemplan el transcurso del tiempo y encuentran algún sentido en sus acontecimientos.

Ya no podemos hablar, entonces, de una exclusividad de la ciencia histórica en el estudio del pasado. Hoy, necesitamos la transversalidad, la interdisciplinariedad. Desde hace mucho, los hechos han sido interpretados de diversas formas. Dichas interpretaciones son válidas dependiendo de su origen y propósito. En este caso particular, el poema materia de estudio es una fuente de la historia pues narra de manera clara un suceso del cual se tiene conocimiento, a demás, a través de otras fuentes. Describe, explica, narra y nos lleva a lograr información importante que, complementada a la de otras fuentes, nos dan una cabal imagen de lo ocurrido en 1791 en Lambayeque durante el meganiño que experimentó nuestra región.

  1. El Fenómeno de El Niño de 1791

El Fenómeno de El Niño es una alteración climática esencialmente costeña. Consiste en el sobrecalentamiento de las aguas marinas que originan copiosas, intensas, largas y temibles lluvias.

Las intensas lluvias experimentadas en la costa norte del Perú el año 1791, especialmente en la zona de la actual Región de Lambayeque, recibió el calificativo de Meganiño, debido a gran magnitud y, en consecuencia, graves daños ocurridos.

Según Rocha (2006) el Fenómeno El Niño, con características de meganiño “… se  ha presentado en la costa norte, con características de meganiño, unas diez veces en los últimos cinco siglos, lo que implica un período de retorno del orden de cincuenta años”[6] El anterior Fenómeno el Niño con características similares había ocurrido en 1728.

Haciendo un poco de historia, es de resaltar el hecho de que, a pesar de la ocurrencia de este fenómeno, la costa peruana ha sido y sigue siendo considerada como zona desértica, seca y árida. Rocha, nos brinda valiosa información que a continuación muestro:

  1. a) Agustín de Zárate, quien estuvo en el Perú entre 1543 y 1545, afirma en su Historia del Descubrimiento y Conquista del Perú, que “de Tumbes unas quinientas leguas hacia el sur a lo largo de la costa y en un ancho de diez leguas no llueve ni truena ni cae rayo alguno, y que, en cambio, subiendo hacia la sierra si se encuentra lluvias… estos llanos son muy secos, y de muy grandes arenales, porque no llueve jamás en ellos, ni se halla fuente ni pozo, ni ningún otro manantial…”.
  2. b) Sobre los ríos de la costa, Zárate indica “… estos ríos están apartados unos de otros, algunas veces doce y quince y veinte leguas, pero lo más ordinario es a siete y ocho leguas, y así los caminantes hacen comúnmente jornada en ellos porque no tienen otra agua que beber
  3. c) El cronista Cieza de León, quien estuvo en el Perú entre 1548 y 1550, en su obra “La Crónica del Perú” , refiere “…porque desde principio de octubre para adelante no llueve en todos los llanos, si no es un tan pequeño rocío, que apenas en algunas partes mata el polvo y por esta causa los naturales viven todos de riego, y no labran más tierra de la que los ríos pueden regar…En toda la más, no se cría hierba, sino todo es arenales y pedregales sequísimos,…”.
  4. d) Don Juan de Arona al tratar, hacia fines del siglo XIX, de la palabra garúa en su Diccionario de Peruanismos, señala que ésta “constituye la única lluvia del litoral peruano, extensión como de 500 leguas de arenales desiertos, con risueños valles interpuestos”.
  5. e) Doña María Rostworowski, importante historiadora peruana, señala que “El rasgo característico de la costa peruana es su aridez, seguido de otros elementos no menos peculiares, como son las persistentes brumas y neblinas y la temperatura existente…”

Sobre las consecuencias de este fenómeno, Rocha destaca que “en el pasado el mayor impacto no era en las infraestructuras, pues éstas no eran tan numerosas ni tan importantes como ahora, sino en las vidas humanas. Durante el Fenómeno de El Niño las condiciones sanitarias empeoraban notablemente y se propagaban enfermedades infecto contagiosas. Había también notable escasez de alimentos y en muchos casos hambrunas. Los medios de transporte y la comunicación con el resto del país tenían grandes deficiencias lo que impedía la ayuda…”

Es de suponer, entonces, el efecto caótico del meganiño de 1791 en la población; los daños causados en viviendas y pueblos, en tierras de cultivo y caminos. Asi lo da a conocer Rocha (2014) al afirmar: “En 1791, tal como ha sucedido en otras oportunidades, los habitantes de Lambayeque tuvieron que recurrir a balsas para comunicarse con las poblaciones vecinas y recibir ayuda, lo que da una idea de la magnitud de la inundación y de los fuertes daños producidos en la ciudad y en su área agrícola, muy mal ubicadas con respecto al río…”[7] Pero ¿Cómo era la región de Lambayeque antes del meganiño de 1791?

  1. La zona de Lambayeque en 1791

Según Rocha (2006) “El impacto de un meganiño en la vida y la economía de la población depende mucho de cual era la situación social y económica preexistente a su aparición. Así mismo, siempre se da que los grupos humanos más castigados son los más pobres, porque están menos preparados para enfrentarse a la nueva situación climática creada y porque su capacidad de respuesta para la reconstrucción y recuperación es mucho menor”.

Partiendo de dicha afirmación, es pertinente explicar la situación de la región de Lambayeque a fines del siglo XVIII. Para ello me basaré en las conclusiones de la visita realizada a estas tierras por Don Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bufanda, que según el historiador José Gómez Cumpa “… marcó un hito importante en el pensamiento moderno sobre nuestra configuración del espacio…”[8], tal visita fue realizada en el segundo tercio del siglo XVIII a todo el norte peruano, entonces jurisdicción del Obispado de Trujillo; que incluía los territorios de las actuales regiones de Lambayeque, Tumbes, Piura, Cajamarca, Amazonas, La libertad y San Martín.

La actual región de Lambayeque se denominó Saña o Lambayeque y abarcó desde San Pedro de Lloc hasta Jayanca, uniendo los valles de Jequetepeque y La leche. Gómez Cumpa resalta la existencia de puertos como “… la caleta de Lambayeque (luego llamada en el siglo XIX San José), el Puerto Nuevo (ahora denominado Pimentel), el denominado Puerto de Santa Rosa, y finalmente Pacasmayo, y más al sur, Malabrigo, ya en el valle de Chicama. No existía el puerto de Eten, recién creado a fines del siglo XIX en la época de la expansión portuaria y ferroviaria…”

Otra característica fue “la existencia de una villa española, Saña, articulando los otros dos elementos de la configuración espacial: varios pequeños pueblos o reducciones indígenas, y las haciendas y estancias que alternaban el paisaje de este desierto atravesado por los cuatro ríos que configuraban el gran complejo hidrológico de Lambayeque: La Leche, Lambayeque, Saña y Jequetepeque”.

La población fue, aproximadamente, de 20 mil habitantes entre eclesiásticos, religiosos, españoles, indios, mixtos, pardos y negros. La población aborigen era mayoría. La ciudad de Lambayeque era la principal debido a la decadencia de Saña, otrora ciudad opulenta de la región entre los siglos XVI, XVII e inicios del XVIII. Para fines del siglo XVIII, Saña contaba poco más de 500 pobladores.

En toda la región existían extensas tierras comunales regadas por diversas acequias. Las viviendas, en su mayoría, eran precarias; por lo general de una sola pieza, sin muebles, con petates y hechas de quincha y barro.

Refiriéndose a la población indígena, Don José Ignacio de Lequanda, miembro de la Real Audiencia de Lima, en “Descripción del Partido de Saña o Lambayeque” diría: «Aquí viven los indios más ricos del reino… (por ser) muy propensos al comercio y manufacturas, llegando incluso, en algunos casos, a aventajar a los españoles que residen en él”[9]

Sobre el pueblo de Lambayeque, el historiador Jorge Izquierdo Saavedra, indica “Su zona urbana contaba con 1,500 casas, algunas de ellas de muy buena fabrica, distribuidas en manzanas que asemejan un tablero de ajedrez; tal y como se encuentra graficada en el plano que de este pueblo mandara levantar el Obispo de de la Diócesis de Trujillo Don Jaime Martínez de Compañón, en 1784”.

Y sobre las actividades económicas, el mismo Izquierdo indica: “ (hubo) Casas tinas en las que curtidos negros esclavos, de las grasas de numerosas manadas de cabras, de 60 a 70 manadas de ganado cabrio, componiéndose cada una de 850 cavezas, que se beneficiaban de año en año, elaboraban jabón y velas, y curtían los cueros para la fabricación de suelas y cordobanes, que se vendía a muy buen precio en la ciudad de Lima y fuera de ella. Por su antiguo puerto de San José se embarcaba, en mazos, el abundante tabaco que producía Motupe, Saña y Chiclayo, para su comercialización en Lima y Chile, con muy buenos dividendos….Existe gran cantidad de parrales, de donde se elaboraban exquisitos vinos, y uvas de Italia, con las que se preparaban sabrosos dulces. Gran cantidad de sementeras de maíz, para la elaboración de la secular, tradicional y espumante chicha de «dos cocidas» y el mote, que acostumbraban comer los naturales en vez de pan. Entre las menestras los frijoles, «chilenos», garbanzos y pallares son los que más siembran, cosechan y consumen”.
Fue el Partido de Lambayeque un lugar, según Cosme y Bueno, de «mucha gente honrada y noble»  Y, según Lequanda, “un lugar donde no había un hombre ni mujer ociosos, pues ya hilando, tejiendo, pasteando ganado, arando la tierra y trajinando se admira a esta gente de continuo”.

  1. “Octavas Sobre las Ruinas de Lambayeque”

En 1791 comenzó la publicación del “Mercurio Peruano”, precisamente en el año de la ocurrencia del meganiño en la costa norte del Perú. En dicha publicación (T.II. 62. fols. 253-263) se informa sobre la ocurrencia y estragos del Fenómeno de “El Niño” en Lambayeque, a través del artículo “Espantosa Inundación Acaecida en los Contornos del Pueblo de Lambayeque” en el cual se incluye, además de la argumentación del autor (desconocido) un poema histórico denominado “Octavas Sobre las Ruinas de Lambayeque”.

Una Octava Real, Octava Heroica u Octava Rima es una “Estrofa de ocho versos endecasílabos que riman en consonante, los seis primeros de forma alterna y los dos últimos entre sí”. Se utilizó, principalmente, desde el Renacimiento y hasta fines del siglo XVIII, en composiciones religiosas; pero también para narrar situaciones épicas y hechos históricos. Recomiendo, en este sentido, el trabajo de Catalina y José Palomares Expósito “La Octava Real y la Épica Renacentista Española”[10].

En el Perú, específicamente en Lima, ya se había usado este género literario para dar a conocer sobre sucesos de importancia. Así, en “Apolo fúnebre sobre el terremoto que destruyó a Lima en 1687” Don Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides, quien fuera Rector de la Universidad de “San Marcos”, relata las incidencias y catástrofe que significó el terremoto de 1687 que, literalmente, destruyó la ciudad capital del Virreinato del Perú.

Según Zeta (2002): “El Poema es citado por Mendiburu en su Diccionario Histórico Biográfico (T.VI. 29), pero sin analizarlo… se inspira en un acontecimiento real: la inundación de Lambayeque en marzo de 1791, en la que el poeta (el pastor Amanto) perdió a su esposa y a su hijo y lo comunica a su amigo (Lesbio Zagal, en las riberas del Rímac) para que lo compadezca en situación tan dolorosa. El poema refleja un pueblo industrioso y un pastor afortunado que pierde todo: familia y bienes”[11].

Resalta el “Mercurio Peruano” que el terrible fenómeno natural produjo “la desolación de Casas, Haciendas, Tinas, Obrajes y Puentes y de que se padeciesen indecibles necesidades y peligros.” Luego agrega “… este lamentable suceso no era enteramente nuevo… el virrey había expedido las más sabias y acertadas providencias… … para el reparo de los daños y destrozos causados por la misma inundación.”

Presento, a continuación, algunas octavas, a mi juicio las más significativas tanto por su contenido histórico como por las sensaciones que comparte el autor:

Se califica a Lambayeque como pueblo industrioso y acomodado de la Provincia de Trujillo:

“Lambayeque lugar acomodado
Que la Provincia de Truxillo tiene,
Es un Pueblo industrioso y aplicado
Que á sus vecinos con honor mantiene”.

 

Resalta la presencia del Río La leche que fertiliza en gran manera los campos de cultivo:
”Su hermoso suelo está bien cultivado,
Pues caudaloso Río le previene
Copia de agua que no se inutiliza
Con la que sus haciendas fertiliza…”
En la novena octava se narra parte del trágico suceso. Resalta la pérdida de abundantes vidas humanas, bienes, haciendas, ganados, además de la mujer e hijo del personaje principal.

“Más trocose mi gozo en amargura
quedando de la pena el alma herida Perdidas humanas
perdiendo a un tiempo mismo (aquí me aflijo) y de bienes.
Haciendas y ganado, Muger é Hijo”…

 

En la onceava octava, se hace mención al día primero de marzo como el que marca el inicio de las torrenciales lluvias. Describe el proceso: un cielo tenebroso, vientos fuertes y mucho agua. Refiere a las aguas del mar subidas de temperatura. Usa la figura de Neptuno, dios mitológico de las aguas y los mares, también conocido como Poseidón; quien con su tridente, a causa de su furia, origina sismos y catástrofes.

“A primero de marzo ¡fatal día!

Cuando Neptuno, que en el Mar impera

Su tridente empuñó con valentía,

Y removiendo el Golfo en furia brava

Las aguas hierven y el fragor se traba.

 

“Jamás la hirsuta temerosa frente

Mostró más cruel Neptuno; y proceloso

Concitando a los vientos igualmente,

Por que fuese el estrago más furioso

Se impregnaron las nubes de repente,

Y el cielo apareció muy tenebroso,

De manera, que el agua, Cielo, y vientos

Vaticinan fatídicos tormentos.”

 

Sobre el inicio de las lluvias, la octava diecisiete, indica que fueron copiosas, duraron tres días y tres noches, y aumentaron el caudal del Río principal.

 

“Como rotas las nubes descargaban
el copioso raudal que contenían:
la inmensidad de agua acrecentaban,
pues mas que nubes, mares parecían.

Tres días con sus noches se contaban,
y las lluvias aún no se contenían,
Sin que diesen resquicio de bonanza
Ni el Cielo ni la tierra á la esperanza”.

 

Una octava muestra la desesperanza por lo ocurrido. Describe el cielo tan ennegrecido que resultaba imposible notar la el brillo solar. Lo describe como con capuces, que eran vestimentas negras usadas en tiempo de luto. Refiere el temor de la población y la sensación que, al final, habría total destrucción.

 

“Cubriéndose la atmósfera de horrores,

Y de negros capuces la luz pura,

Ocultando del cielo resplandores,

La horrible densidad de nube obscura.

Comenzaron los sustos y temores,

Anunciándose cruel la desventura

Que había de sufrir mi Patria amada,

Pereciendo en las aguas anegada.”

 

Es de notar que, como consecuencia de las terribles y torrenciales lluvias, se menciona la crecida de los ríos, las tinieblas producidas por las nubes espesas que ocultaron el sol, el temor y confusión de la población, la inundación completa de los pueblos, incluyendo haciendas, casas y caminos.

 

“Rompió las cataratas impaciente

El Cielo por estar de aguas cargado,

Y empezó a desatarse crudamente,

Un aguacero espeso y continuado.

Crece en los Ríos rápida corriente;

El Globo permanece anubarrado,

Y la tierra se asusta y se confunde,

Temiendo otro diluvio que la inunde.”

 

“Es el cúmulo de aguas infinito

De condensadas nubes desprendidas,

Y aumentan los temores y el conflicto

Las creces de turbiones y avenidas.

No queda sin aniego algún distrito,

Por todas partes hay aguas llovidas

Mas la Tierra se vuelve, pues que fragua

El Cielo convertirla toda en agua.”

 

“No hay sitio, ni lugar que libre quede:

Todo lo cerca el agua, y todo aniega.

Ni camino, ni senda andar se puede,

Pues su torrente todo auxilio niega”.

 

 

 

Se detallan los daños materiales producidos a raíz de tres días continuos de intensas lluvias: destrucción de casas y templos, ríos desbordados y destrucción de puentes y caminos, inundación de todos los pueblos y terrenos de cultivo; además, una sensación de temor y desesperanza.

“No queda Posesión, Casa, ni Templo,

Que no se sienta endeble o arruinado,

Los Ríos, las Lagunas y las Fuentes

De sus cauces soberbios resalieron,

Y tomando incremento sus corrientes,

Las trincheras y puentes destruyeron.

Todo estaba deshecho y arruinado,

Y la comarca triste y anegada.

Se ven casas y Templos destrozados,

Los obrages y haciendas ya sin gentes,

Los caminos y tránsitos cerrados…”

  1. Constrastación del Poema con otras Fuentes Históricas

A continuación referiré dos cartas, fuentes primarias, antes trabajadas con gran probidad por la investigadora Rosa Zeta de Pozo, a quien doy crédito de la síntesis de los mismos.

El Diario de Lima del 24 de marzo de1791, en sus páginas 5 y 6 trascribe una carta de Don Teodoro Daza, administrador de la oficina de correos de Lambayeque, dirigida al señor José Antonio Pando, miembro de la “Real y distinguida Orden española de Carlos III” dándole a conocer los terribles hechos acontecidos en Lambayeque a raíz de las lluvias y el meganiño de 1791. En la epístola indica:

  1. a) “Acometió á este lugar el día primerodel corriente un fuerte aguacero a las seis de la tarde, que parando a pausas, siguió con la propia fuerza hasta el tres, de suerte, que estos acaudalaron el Río principal, en tanto extremo, que le obligó, la copiosa avenida, a salirse por cierta Voca que antiguamente corrió por la parte que llaman de  Carlos, que siendo una población tan dilatada la dejó totalmente arruinada”.
  2. b) “se previnieron unas sólidas trincheras, pero sobrepujando a estas la multitud de aguas, pasó hasta anegarla y entrar en la iglesia, siendo esta entrada la que causó mayores lastimas; pues estando la dicha Plaza cercada de las más hermosas y costosas posesiones, las dejó asoladas”
  3. c) Refiere la inundación de diversos lugares de la ciudad, la población de San Carlos, plaza de armas, calle de Santo Domingo, la destrucción de la población de San Carlos y todo el pueblo quedó reducido a las calles Ladrillera, S. Roque, Calle Real, y tres Cruzes..
  4. d) Hubo destrucción en la Iglesia principal “se sacó el Sacramento, estando con una vara de Agua”. La Real Aduana, la “casa grande” o el Cabildo y el hospital “quedaron destruidos.
  5. e) se inundó el “Campo Santo” y el colegio creado por el Obispo de Trujillo después de su visita.
  6. f) “chacras, casas, como las de José Clemente y de Matías Oreña; el Tambo, que era una fábrica nueva; al igual que la Tina de Pedro Estella”. Algunos vecinos, “pocos”, se quedaron, la mayoría se refugió en “un arenal inmediato”; y consiguieron alimentos usando balsas.

 

En la misma edición del Diario de Lima, se incluye una segunda epístola de Don Lorenzo Tufino y Estrada, administrador de correos en Chiclayo, al señor José Antonio Pando, sobre lo ocurrido en la ciudad de Chiclayo.

  1. a)     Refiere seis días de lluvias y la inundación del río. No indica la fecha de inicio, se puede inferir que se iniciaron el día 4 de marzo y, desde el día 6, fueron más intensas.
  2. b)     Refiere el temor de la población “que las muchas humedades rindan todas las casas”. Además indica “En lo que mira a los caminos respecto á nó haber quedado Puente ninguno, no son otra cosa que un Mar, de manera que de un pueblo a otro no nos podemos socorrer de víveres. El extrago que experimentó Lambayeque es el haber quedado quasi asolado, y por consiguiente todos los lugares hasta Piura”
  3. c)      El autor del documento indica “Los 6 días de aguacero que experimentamos, nos tienen  en la mayor aflicción, aguardando, por horas, que las muchas humedades rindan todas las casas”
  4. d)     c) Se da a conocer que el agua formo entidades que “no son otra cosa que un mar”. Zeta de Pozo afirma que se refiere a la laguna denominada “La Niña” en 1998.
  5. Conclusiones
    1. El poema materia de estudio es una fuente histórica primaria pues narra de manera clara un suceso del cual se tiene conocimiento a través de otras fuentes. Describe, explica, narra y nos lleva a lograr información importante que, complementada a la de otras fuentes, nos dan una cabal imagen de lo ocurrido en 1791 en Lambayeque durante el meganiño que experimentó nuestra región. La información que aporta es validada por las dos epístolas publicadas en el Diario de Lima del 24 de marzo de 1791.
    2. En el Perú, específicamente en Lima, ya se había usado este género literario para dar a conocer sobre sucesos de importancia. Así, en “Apolo fúnebre sobre el terremoto que destruyó a Lima en 1687” Don Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides, quien fuera Rector de la Universidad de “San Marcos”, relata las incidencias y catástrofe que significó el terremoto de 1687 que, literalmente, destruyó la ciudad capital del Virreinato del Perú.
    3. Según el historiador Raúl Porras Barrenechea, son fuentes históricas “todos los medios que tiene el hombre para adquirir la certidumbre de la realidad de un hecho histórico. Las fuentes históricas son pues las huellas o testimonios dejados por el hombre del pasado” en ese sentido se debe destacar, además, la riqueza de las manifestaciones pictóricas, epistolares, tradición oral y géneros como la décima o cumanana, frecuentemente utilizadas en el pasado en nuestra Región de Lambayeque.

 

[1] Ver en “Fuentes Históricas Peruanas” (1963) p.14 de Raúl Porras Barrenechea.

[2] Ver “Fuentes literarias e Historia Social” (1989)pp. 2 de Juan Avilés Farré maestro de la Universidad de Salamanca, España.

[3] Ver “Historia y Literatura, disciplinas complementarias e instrumentos del discurso político. El caso del nacionalismo Serbio” pp.2 de Sergio Fernández Riquelme, maestro de la Universidad de Málaga, España.

[4] Ver “Apuntes para una definición de la novela histórica” (s.f) pp.64. de Kart Spang.

[5] Ver “Una Introducción a la Literatura” (1998) pp. 9 de Ferry Eagleton.

[6] Ver en “La Costa Norte Peruana y su Vulnerabilidad frente al Fenómeno de El Niño” (2006) pp. 2. del Dr. En ingeniería Arturo Rocha Felices.

[7] Ver “La Inundación de Lambayeque de 1791 narrada en octavas reales” (2014) de Arturo Rocha Felices. Publicada en la Revista Puente, publicación del Colegio de Ingenieros del Perú, Año IX N°32 Marzo 2014,

[8] Ver “La Provincia de Chiclayo en el Siglo XVIII” () de José Gómez Cumpa. Maestro de la Universidad de Jaén. En Umbral, Revista de Educación, Cultura y Sociedad, Año IX, Nº 17. UNPRG, Lambayeque, 2009.

[9] Ver en “Mercurio Peruano” T. II, 1789

[10] Documento disponible en http://parnaseo.uv.es/Lemir/Revista/Revista8/Palomares/Epicarenacentista.pdf

[11] Ver en “El Mercurio Peruano y El Diario de Lima: Dos Fuentes para el Estudio del Fenómeno El Niño de 1791” de la Dra. Rosa Zeta de Pozo, maestra de la Universidad de Piura. Disponible en: http://www2.metodista.br/unesco/PCLA/revista11/artigos%2011-1.htm#4.2.1. Poema Histórico
Referencias Bibliográficas

 

  1. Gómez J. (2009) “La Provincia de Chiclayo en el Siglo XVIII” Umbral, Revista de Educación, Cultura y Sociedad, Año IX, Nº 17. UNPRG, Lambayeque, 2009.
  2. Porras R. (1973) “Fuentes Históricas Peruanas”
  3. Rocha A. “Las lluvias de 1925 en el departamento de Lambayeque y sus implicancias para el Proyecto Olmos”. Instituto para la Mitigación de los Efectos del Fenómeno El Niño (IMEFEN), UNI, 2013.

Zeta R. “El Mercurio Peruano y el Diario de Lima: Dos Fuentes para el Estudio del Fenómeno de El Niño en 1791”. ARTIGOS/ARTÍCULOS PCLA-Volumen 3- número 3: abril/mayo/junio 2002.

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