El sentido del sacrificio de Bolognesi
Docente de la Facultad de Derecho USAT
De la trilogía heroica de la infausta Guerra del Salitre, es Bolognesi el que menos atención ha recibido por parte de la historiografía. Basta mencionar las burlas que sobre su coraje hizo una directora de teatro, las dificultades que encontró un cineasta para filmar una película sobre la epopeya del Morro y la poca difusión de su obra en la prensa, preocupada de ridiculeces y obscenidades. Al margen del entusiasmo que inspira las hazañas de un Grau en el Huáscar o la admiración frente a la sublime determinación de un Cáceres en la Breña, el anciano coronel inspira y merece el respeto ciudadano. Dio una lección a los que huyeron y a los que asaltaron el poder, demostró que aún existen peruanos capaces de dar la vida por sus compatriotas y dejar en alto el nombre del Perú; peruanos de los que uno no puede sentirse avergonzado.
Gonzalo Bulnes, quizá el más prolijo historiador chileno sobre la guerra, afirmó que los defensores de Arica “son dignos del respeto del adversario y de la gratitud de sus conciudadanos. Entre ellos merece una mención especial Bolognesi, el jefe de la plaza. Bolognesi fue un gran patriota. Tiene la característica de los hombres superiores. No salen de su boca ni de su pluma palabras destempladas ni baladronadas pueriles. Es culto y atento con el enemigo. Cuando el patriotismo se envuelve en un manto de modestia, el hombre desaparece ante la idea que lo alienta y su sacrificio toma un carácter impersonal. Así le sucedió a Grau y le sucedió a Bolognesi”.
En cierta forma, la memoria colectiva solo se centra en las imágenes tantas veces repetidas que nos legó el pincel de Lepiani: el decidido coronel rehusando la rendición en una sala polvorienta, rodeado de un grupo de oficiales resueltos, y la conmovedora escena del anciano herido y disparando su último cartucho en medio de la furiosa lucha cuerpo a cuerpo. En el camino, se olvida al niño que vio la proclamación de la Independencia, al intrépido comerciante en la selva, al hombre de confianza de Castilla y Pezet, al experto artillero, al hombre honrado y de honor. También se olvida a los defensores que lo acompañaron en el Morro: Inclán, el patricio tacneño; Ugarte y Zavala, los empresarios que pudiendo viajar a Europa, eligieron quedarse y pelear por la patria; el corajudo Arias Aragüez, al grito de “no me rindo …”; Cornejo, redimiendo el honor de su batallón, manchado por la cobardía de su anterior jefe; Blondel, al pie del pabellón nacional; O’Donovan, el juicioso exdiputado trujillano; More, el marino que buscaba la muerte para redimir su error al mando de la “Independencia”; el adolescente Maldonado, prefiriendo hacer volar el polvorín del fuerte Ciudadela antes que rendirse.
En un momento en que el Perú atravesaba su peor momento, pudiendo dejar la lucha y seguir la fría lógica de la imposible resistencia de su pequeña guarnición frente a un enemigo abrumador, Bolognesi y sus compañeros eligieron cumplir con su deber y dar una lección a su generación y a las venideras. “En su desfile postrero, no los ungió la armoniosa música de sus bandas militares. Tuvieron, por el contrario, como compañeros al enfrentarse a la muerte, disparos y bayonetazos y cuchilladas y gritos y groserías. Hubo, así, en este puñado de hombres, un sombrío heroísmo deliberado. De ahí es que su sacrificio consciente tiene una capacidad inextinguible para conmover y para asombrar a través de las sucesivas generaciones” diría con razón el maestro Jorge Basadre.
Fue la pluma del coronel Manuel E. de la Torre, jefe de Estado Mayor de Arica, quien sobrevivió a la lucha, la que en su parte oficial, da el verdadero sentido del sacrificio de Bolognesi y sus compañeros: “Quiera Dios y la Patria aceptar el sacrificio de tantas víctimas, de tantos patriotas de corazón, como un holocausto ofrecido en aras del honor nacional para la salvación del país, y pluguiera a la Divina Providencia, por tanta sangre vertida generosamente, que nuestro gobierno sea siempre bien inspirado; y retemplado el valor, la fe y el entusiasmo en nuestro pueblo, que, una vez por todas, debe mostrarse unido y viril hasta ver realizados sus nobles propósitos”.
Este 7 de junio, el Perú entero debe descubrirse ante el recuerdo de Bolognesi. Debemos hacer votos para que el cumplimiento del deber sea constante en nuestra vida cotidiana, que el ejemplo y el sacrificio de los valientes del Morro por el sueño de un país no haya sido en vano.
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