Hananelizando: La Inteligencia Artificial en tiempos del COVID
Docente de la Facultad de Ingeniería USAT
Para quienes conocen poco del tema, la Inteligencia Artificial (I.A. en adelante) es la capacidad de percibir, razonar, aprender, memorizar, comunicarse y actuar en entornos complejos, cuyo objetivo final es tomar decisiones (caracteríıstica de un ser humano) de manera acertada. En ese sentido la I.A. tiene diferentes mecanismos para realizar dichas funciones: para percibir se tienen sensores, para razonar y aprender se tienen sistemas expertos y el aprendizaje automático, para memorizar basta ver que un ordenador lo hace mejor y más rápido que un ser humano.
Sin embargo se debe precisar que la I.A., que busca la perfección por encima de lo humano, sigue una filosofía muy cuestionada y controversial: solo debería utilizarse para la resolución de un problema algorítmico, si los métodos matemáticos clásicos de solución exacta, o numéricos de solución aproximada propuestos por el ser humano en virtud del avance de la ciencia no ofrecieran los resultados esperados, la cual ha ido ganando terreno y hasta espacio, debido a la incertidumbre en la manera de pensar del hombre: en el conocimiento y en los hechos (o datos).
No obstante y como lo advertía, siglos atrás, San Vicente de Paúl (a quien citaré en adelante) “la perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas”, característica de un ser humano de cuya autonomía no ha sido capaz de manejar del todo, y de allí que en estos tiempos de pandemia la I.A. que “todo lo podía” no haya respondido como hubiéramos esperado (ni el hombre tampoco) tal es así que la O.M.S. aún no autoriza en sus protocolos el uso de I.A. para combatir el COVID.
Si rescatamos la esencia de su rama más conocida, los sistemas expertos: “simular a un experto humano en una cierta área del conocimiento”, se observa que su base se encuentra en la lógica. Pero no nos engañemos, la I.A. no es una ciencia como la Matemática (o alguna otra) como muchos piensan; podría ser un conjunto de técnicas, una rama de la Informática, una capacidad, una inteligencia misma, pero no es ni más ni menos que la combinación de algoritmos con el propósito de crear dispositivos que posean las mismas capacidades que el ser humano. Sin embargo, los pensamientos son un producto natural de nuestra mente. Los seres humanos tenemos esa capacidad: pensar sobre lo que ocurre a nuestro alrededor e incluso pensar sobre nuestros pensamientos.
El lenguaje natural tiene un vasto poder sobre los pensamientos y emociones. El hecho de que una palabra vaya precedida de una negación provoca que automáticamente aparezca en nuestra mente en lugar de irse, apareciendo con mucha más frecuencia. Si dijera que no se piense en un “lobo blanco”, ¿en qué se pensaría?. Respuesta: “en el lobo”. No es casualidad: es el “modus tollens”, propio del motor de inferencia de la I.A. (si p → q, pero sucede ∼ q, entonces ∼ p). Lenguaje tan simple como una suerte de lógica basada en regla, hecho y conclusión (hecha la ley, hecha la trampa), de allí de resaltar la diferencia con una inteligencia artificial; una inteligencia que no se imagina ni el lobo blanco, ni tampoco el lobo negro, o el gris, ni piensa tampoco en el COVID: piensa, pero no siente. Y no pensar en el COVID o intentar huír de él sería poco inteligente: he allí la gran tarea de la inteligencia natural, no pensar en que el COVID desaparecerá porque a mí no me pasa. “Pensar” y sentir que me afectará, temprano o tarde, desde la tristeza por la pérdida de algún empleo ajeno o no (el trabajo bien hecho dignifica y santifica al hombre) hasta la partida de un gran amigo o familiar, como decía acertadamente el santo de la caridad organizada “la enfermedad es la sonda con la que podemos penetrar y medir con mayor seguridad hasta dónde llega la virtud de cada uno, si hay mucha, o poca, o ninguna”.
Cuidarnos del COVID es bueno pero liberarnos del egoísmo y del fariseísmo de una sociedad autómata, que muchas veces piensa y actúa contrariamente al amor, es vital. No estábamos preparados para una pandemia y como pudimos ver, la I.A. también cayó en todo el mundo porque como vemos sus algoritmos aún se encuentran en prototipo de articulación ya que el conocimiento es disperso, aunque también hay otras razones, la enfermedad es nueva, se necesitan de grandes bases de datos para predecir, los dilemas éticos sobre el tratamiento y uso de datos personales, la privacidad de las personas. Nos comunicamos, entendemos, aprendemos en forma vaga, ambigua e imprecisa y aunque esto puede ser controlado por la lógica difusa, parece que viviéramos en una sociedad en la que muchos medios de comunicación, lejos de “informar”, presentan la realidad distorsionada mostrando lo que desean informarnos, dejando su esencia que es la búsqueda de la verdad, generando incertidumbre. Ya lo advertía alguna oración a San judas Tadeo: “Socórreme en mis necesidades temporales, que no me oprima la miseria , ni me angustie la incertidumbre del mañana”. Recordemos que la incertidumbre es la diferencia entre la información requerida para desempeñar una labor y la información que se posee. He allí el problema y el error: la diferencia entre lo que es y lo que debería de ser. Dice el análisis numérico en su principal postulado en torno a algoritmos: “si el número de iteraciones tiende al infinito, entonces el error tiende a cero”.
Unos resultados simples (y bastante acertados) realizados por mis estudiantes en Ingeniería en plena pandemia en dos de las asignaturas que imparto muestran que, presuntamente, no llegamos hasta la fecha de emisión de este artículo a meseta alguna. Sin embargo y lamentablemente se da cabida en la prensa de todo tipo, a no matemáticos para hablar de predicciones matemáticas del COVID, como si la predicción consistiese en una colección de gráficas bonitas de un conjunto de puntos y un más nada que la propia opinión. Se necesita estudiar Matemática de avanzada antes de hablar, se necesitan métodos numéricos para poder predecir diagnosticando como doctor la naturaleza de la información matemática que llega como datos. Bien decían que un poco de ciencia nos aleja de Dios pero mucha nos aproxima. En calidad de experto en la línea de Teoría de la Aproximación puedo mencionar, aunque seguramente ustedes lo habrán notado que ninguna de dichas predicciones han sido acertadas y no porque no puedan hacerse. Se ha confundido lo real con lo realístico y lo aplicado con lo realístico. En lo aplicado siempre habría un margen de error. En I.A. encontramos diversos tipos de incertidumbre: la aleatoriedad, la ambigüedad, la vaguedad y la confusión y aunque esta misma sea probabilística o difusa recordemos que la verdad no es un bien “aproximable”, ni es una variable difusa; Dios es la verdad, y solo en Él podemos encontrar la misma.
De parte de un gobierno, se puede trabajar mucho en bien de los ciudadanos en tiempos de pandemia teniendo a la I.A. como aliada, de manera rápida y organizada, como lo ha sido en otros países como China con robots enfermeros, humanoides que entregan suministros y alimentos, perros robóticos para controlar la distancia física, robots midiendo el distanciamiento social en supermercados, o como el Super Robot 10 para realizar tests de COVID optimizando el tiempo, plataformas de evolución de enfermedades, drones detectores de infractores de la cuarentena, medidores de la temperatura, cascos inteligentes para detectar peatones con fiebre, monitoreo de personas con las que ha coincidido el enfermo COVID, sistemas inteligentes para detectar la afectación pulmonar que produce el COVID en radiografías de tórax, telemedicina, entre otras.
En el Perú, este esfuerzo por confiar en la I.A. no se ha hecho del todo, y pocas son las ideas innovadoras de algunos concursos que han sido apoyadas, lo que se ha visto reflejado en la forma caótica con el tema de permisos, restricciones, horarios, entrega de bonos, de canastas, de medicinas, de protocolos, de hacer apresuradamente y dar marcha atrás al poco tiempo.
Una “cuarentena” de más de cuatro meses que termina abriendo las fronteras y transportando pasajeros bajo el simple hecho de la entrega de una declaración jurada de buena salud, en lugar de utilizar un sistema de inferencia automatizado basado en I.A. para preservar la salud que tanto ha costado al país de formas diversas es poco inteligente. Recordemos que como es el caso de otros virus, exponerse al mismo es cohabitar con su pasado, aunque la carga viral vaya bajando. Pero hace falta el llamado del gobierno para tener el rostro visible de la I.A. que ayude al país. En opinión personal, creo que al estado le falta perspectiva para ver que las universidades tienen un buen potencial en investigación, sobre todo en I.A., no bastando con los escasos y poco publicitados concursos del CONCYTEC: no todo es Lima, ni tampoco todo es Chiclayo. Los extremismos no son buenos.
Y también resulta poco inteligente e hipócrita por parte de algunas empresas bancarias, fuera del
ámbito del estado, que en tiempos de crisis, por ejemplo, sus cajeros automáticos estén programados para entregar billetes de 200 soles, que como se sabe son poco aceptados en comercios menores, cuando las prioridades de las masas alcanzan los pocos soles, en donde se pide comprar en la bodega más cercana y quedarse en casa. Hasta en eso podría operar la I.A., optimizando mediante algoritmos genéticos cual es el número óptimo de billetes por persona y de qué denominación entregar, de acuerdo a ciertos patrones, a través del aprendizaje automático.
En palabras muy sencillas, se puede decir que el aprendizaje automático es hacer que el computador aprenda de los datos. El “machine learning”, término muy escuchado en estos tiempos, es la intersección de tres grandes conjuntos: la Ciencia de la Computación con la Inteligencia Artificial, la Matemática con la Estadística y la sabiduría de la experiencia con el “expertise”.
Pero no todo es bueno, esa intersección, rica en ciencia y sabiduría, hace que los seres humanos, que generalmente somos personas de costumbres, nos hagamos predecibles para las herramientas de la I.A. y que puedan representar un grave peligro, como el deep learning (aprendizaje profundo) actual: que en base a datos alfanuméricos, imágenes o voz que inintencionalmente vamos dejando por todas partes, las máquinas “aprenden de nosotros” a través de algoritmos y modelos ofreciéndonos contenidos artificialmente por “costumbre” que tienden a contribuir en poco o nada a la alimentación o retroalimentación de nuestra inteligencia natural. Es el caso, en su gran mayoría´ıa, de los mal llamados “influencers”, que con la seudo-excusa del entretenimiento ¿sano? se han hecho “famosos” deshumanizando, hasta el punto de que los mismos padres de familia protegen y avalan los malos comportamientos y palabras soeces de sus hijos para producir contenido en redes en vez de educar y corregir, e incitar o motivar al estudio. Si lo anterior es la esencia del entretenimiento actual, pienso que muchos querrán padecer el paraíso del aburrimiento. Ya lo decía San Vicente de Paúl: “hemos de considerarnos como unos pobres idiotas que no saben decir nada que van detrás de los grandes segadores dando gracias a Dios de que acepte nuestros humildes servicios ofreciéndole con nuestras pobres espigas las grandes cosechas de los demás y estemos siempre dispuestos a hacer todo lo que podamos por el servicio de Dios y la ayuda del prójimo”.
En eso y en otras muchas cosas más tendría valor como I.A. ser un “influencer”, caso contrario, nuestra inteligencia natural sería ampliamente superada por la inteligencia artificial de una máquina (tendencia de los grandes motores de búsqueda). Afortunadamente, esta pandemia ha probado que los seres humanos aún estamos por encima de las máquinas; la I.A. ha sido creada por seres humanos y posiblemente siga subordinada a la inteligencia humana. Mucha gente dice que la I.A. sí va a aportar mucho más, pero para la próxima pandemia cuando ya se tenga conocimiento probado científicamente. Coincido con el experto en I.A. el doctor Flabio Gutiérrez, de quien he tomado muchas referencias para este escrito, en que parte del desgaste de la confianza del estado hacia las universidades es que se hace mucha bulla en términos de investigación pero en la práctica no. Tengamos en cuenta que “el ruido no hace bien, el bien no hace ruido”. Por ello la universidad en general debe orientar investigaciones
para así solucionar problemas reales de la sociedad.
¿En qué otros ámbitos poco explorados podríamos aplicar la Inteligencia Artificial?
Deberíamos, por ejemplo, usar ese Machine Learning o Big Data en investigaciones para cuestionar constructivamente la enseñanza de la ética médica en las universidades del Perú, para identificar, registrar y cuantificar variables clave y así realizar un análisis sobre si su metodología es la más adecuada teniendo como referente el juramento hipocrático, para que todos los médicos puedan observar hacia el horizonte de la “mística profesional” que comparaba al médico, por su entrega y dedicación desinteresada, con el sacerdocio, un oficio al servicio de los demás, ya que como se ha podido observar en muchos casos las solicitudes de licencias en tiempos difíciles abundan y las atenciones particulares sobran, pero el sentido de servicio es escaso. En este tema bioético, expertos como el doctor Hugo Calienes pueden ser consultados.
¿Qué podríamos hacer con la I.A. desde nuestra posición?
La minería de datos, otra de las grandes ramas de la I.A., como su mismo nombre metafóricamente lo indica, tiene por principio buscar una pepita de oro entre el gran muladar de la información contenida en grandes bases de datos. Basta rescatar algunas pepitas en los fragmentos de la oración a San Vicente del padre Jean-Pierre Renouard de la Congregación de la Misión: “Que sanen los cuerpos y los corazones de todas las víctimas. Ayuda a los cuidadores, apoya a los seres queridos, inspira a los investigadores. Ayuda a los que cruzan las puertas de la muerte”. Los sistemas expertos buscan emular el comportamiento humano. Por qué no utilizar también el machine learning investigando la vida de los santos y en su sabiduría registrada, para encontrar en Cristo Jesús las claves para afrontar la pandemia.
Sembrar las buenas palabras, acciones y sonrisas, serenos y sin prisas, nunca pasará de moda, lo que es propio (aún) de la inteligencia no necesariamente artificial. Si podemos lograr que la I.A. llegue a tal punto habremos, seguramente, dado un paso más como seres humanos en el desarrollo de la Ciencia y Tecnología. No hay mejor Inteligencia Artificial que la que utiliza el algoritmo del amor, esto es, utilizar la Inteligencia que Dios nos regala como semilla para sembrarla y cosecharla en buena tierra: haciendo el bien. Como dijo mi querido padre Enrique Mangana, citando a una religiosa “sin saber quien recoge, sembrad”.
Esto me hace pensar y repensar que esto mismo viene a ser la Investigación en el quehacer de una universidad, sin descuidar la docencia claro está. Como docentes, por ejemplo, podemos utilizar I.A. en nuestras clases: a automatizar las evaluaciones mientras dure la pandemia y el teletrabajo (en MATLAB o similares, LATEX, etc.) realizando exámenes personalizados de fácil corrección que eviten suspicacias. Tengamos en cuenta que la inteligencia artificial es una colección de buenas ideas pero que tienen limitaciones y he allí el eslabón de la inteligencia humana, la cual no debe ser sustituida por la de la máquina. Como universidad se puede dotar de mucha I.A. para la solución de problemas domésticos de la empresa-sociedad. Pese a todo lo que se diga, los humanos todavía podemos superar las capacidades de la I.A. de muchas maneras. Los asombrosos avances de la IA en los últimos años no son una cualidad inherente a la tecnología, sino el testimonio de la labor realizada por los humanos, que han sido increíblemente creativos: “Vuestras habilidades están por encima de nuestro nivel y pueden encontrar mejor empleo en otra parte”.
Ya hemos cruzado la quinta parte del siglo XXI, veamos a futuro teniendo como aliado a la I.A. sin angustiarse ni preocuparse, pero sí haciendo lo correcto y aprendiendo de estos tiempos de crisis. Es tiempo de cuidarnos y cuidar a nuestras familias, seguramente estaremos preparados con I.A. para la próxima pandemia, hasta ello trabajemos en construir una inteligencia artificial en donde la inteligencia natural baste. ¿Podremos hacerlo? Respuesta: “El amor es inventivo hasta el infinito”.