Homilía de Mons. Robert Prevost Martínez por la Fiesta de Corpus Christi 2020 – Catedral de Chiclayo
Es verdad que hay varias formas de la Presencia de Jesucristo en medio de nosotros, en la Iglesia y en el mundo. San Papa Pablo VI habló de estos modos indicando algunos de ellos:
- En la oración y en la liturgia: Presente está Cristo en su Iglesia que ora, porque es él quien ora por nosotros, ora en nosotros y a El oramos: ora por nosotros como Sacerdote nuestro; ora en nosotros como Cabeza nuestra y a El oramos como a Dios nuestro. Y El mismo prometió: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
- Presente está El en su Iglesia que ejerce las obras de misericordia, no sólo porque cuando hacemos algún bien a uno de sus hermanos pequeños se lo hacemos al mismo Cristo, sino también porque es Cristo mismo quien realiza estas obras por medio de su Iglesia, socorriendo así continuamente a los hombres con su divina caridad. Presente está en su Iglesia que peregrina y anhela llegar al puerto de la vida eterna, porque El habita en nuestros corazones por la fe y en ellos difunde la caridad por obra del Espíritu Santo que Él nos ha dado.
- Está también presente en su Iglesia que predica, puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo de Dios encarnado, se anuncia, a fin de que haya una sola grey gobernada por un solo pastor.
- Presente está en su Iglesia que rige y gobierna al pueblo de Dios, puesto que la sagrada potestad se deriva de Cristo, y Cristo, Pastor de los pastores, asiste a los pastores que la ejercen, según la promesa hecha a los Apóstoles. Además, de modo aún más sublime, está presente Cristo en su Iglesia que en su nombre ofrece el sacrificio de la misa y administra los sacramentos.
- Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, que por ello es, entre los demás sacramentos, el más dulce por la devoción, el más bello por la inteligencia, el más santo por el contenido; ya que contiene al mismo Cristo y es como la perfección de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos.
Hermanas y hermanos, en la Eucaristía, Cristo está verdaderamente presente entre nosotros – y por su Cuerpo y su Sangre, nos hace a todos Iglesia – SOMOS IGLESIA y vivimos en comunión, unidos en Cristo.
La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: « He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. (S. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 1).
Este es el gran misterio que celebramos hoy. Un Misterio grande, Misterio de misericordia, misterio de amor. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega « hasta el extremo » (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. [S. Juan Pablo II, ibid. N. 11].
El amor de Dios no conoce medida. San Agustín dice que “la medida del amor es el amor sin medida”. Amar sin límites – así nos ama Dios, y así Dios nos llama a vivir – a compartir su amor con los demás. Es su amor que nos convoca, que nos une, que nos hace una única familia, amor que crea la Iglesia, la comunión del amor.