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Articulos Opinión

Homilía de Mons. Robert Prevost Martínez por la Fiesta de Corpus Christi 2020 – Catedral de Chiclayo

por: Mons. Robert Prevost Martínez

 

Nuestra celebración de la Solemnidad de Corpus Christi este año, distinta a la de otros años, cuando nos reuníamos con miles de fieles para proclamar nuestra fe en Cristo Eucaristía, es totalmente distinta, por el distanciamiento, la inmovilización total, la presencia de la pandemia del Covid-19, y la imposibilidad de reunirnos como comunidad, para celebrar nuestra fe.  Es más como los discípulos de Emaús, que salen de Jerusalén, sin entender todo lo que había pasado.  Y por el camino, Jesús les acompaña, enseñando y explicando las Escrituras, pero no lo reconocen hasta el momento final, cuando él parte el pan, y lo reconocieron.  Estamos aún en camino.  Tenemos la esperanza de superar la pandemia, pero todavía no podemos reunirnos para celebrar la Eucaristía, recibir el Pan de vida, sentirnos unidos con Cristo en su Cuerpo y su Sangre.  Sin embargo, hay otras experiencias de Cristo con nosotros, de su presencia, y toda esta experiencia nos está ayudando a descubrir otras dimensiones de la presencia de Cristo con nosotros, en la Iglesia, en el mundo.En un documento eclesial, “La Iglesia y los pobres”, leemos:  “Jesús nos ha dejado como dos sacramentos de su presencia: uno sacramental, al interior de la comunidad: la Eucaristía; y el otro existencial, en el barrio y en el pueblo, en la choza del pueblo joven, en los marginados, en los enfermos…, en los ancianos abandonados, en los hambrientos, en los drogadictos, en los inmigrantes… “(“La Iglesia y los pobres” nº 22, año 1994).   En este día de la Solemnidad de Corpus, el Cuerpo y la Sangre de Cristo queremos reconocer y celebrar a Cristo presente entre nosotros.  Y por eso salimos a la calle, para manifestar al mundo nuestra fe, para dar testimonio y para llegar con el misterio de la Presencia de Cristo a todos.

Es verdad que hay varias formas de la Presencia de Jesucristo en medio de nosotros, en la Iglesia y en el mundo.  San Papa Pablo VI habló de estos modos indicando algunos de ellos:

  1. En la oración y en la liturgia: Presente está Cristo en su Iglesia que ora, porque es él quien ora por nosotros, ora en nosotros y a El oramos: ora por nosotros como Sacerdote nuestro; ora en nosotros como Cabeza nuestra y a El oramos como a Dios nuestro. Y El mismo prometió: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
  2. Presente está El en su Iglesia que ejerce las obras de misericordia, no sólo porque cuando hacemos algún bien a uno de sus hermanos pequeños se lo hacemos al mismo Cristo, sino también porque es Cristo mismo quien realiza estas obras por medio de su Iglesia, socorriendo así continuamente a los hombres con su divina caridad. Presente está en su Iglesia que peregrina y anhela llegar al puerto de la vida eterna, porque El habita en nuestros corazones por la fe y en ellos difunde la caridad por obra del Espíritu Santo que Él nos ha dado.
  3. Está también presente en su Iglesia que predica, puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo de Dios encarnado, se anuncia, a fin de que haya una sola grey gobernada por un solo pastor.
  4. Presente está en su Iglesia que rige y gobierna al pueblo de Dios, puesto que la sagrada potestad se deriva de Cristo, y Cristo, Pastor de los pastores, asiste a los pastores que la ejercen, según la promesa hecha a los Apóstoles. Además, de modo aún más sublime, está presente Cristo en su Iglesia que en su nombre ofrece el sacrificio de la misa y administra los sacramentos.
  5. Pero es muy distinto el modo, verdaderamente sublime, con el cual Cristo está presente a su Iglesia en el sacramento de la Eucaristía, que por ello es, entre los demás sacramentos, el más dulce por la devoción, el más bello por la inteligencia, el más santo por el contenido; ya que contiene al mismo Cristo y es como la perfección de la vida espiritual y el fin de todos los sacramentos.

Hermanas y hermanos, en la Eucaristía, Cristo está verdaderamente presente entre nosotros – y por su Cuerpo y su Sangre, nos hace a todos Iglesia – SOMOS IGLESIA y vivimos en comunión, unidos en Cristo.

La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: « He aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. (S. Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 1).

Este es el gran misterio que celebramos hoy.  Un Misterio grande, Misterio de misericordia, misterio de amor. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega « hasta el extremo » (Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. [S. Juan Pablo II, ibid. N. 11].

El amor de Dios no conoce medida.  San Agustín dice que “la medida del amor es el amor sin medida”.  Amar sin límites – así nos ama Dios, y así Dios nos llama a vivir – a compartir su amor con los demás.  Es su amor que nos convoca, que nos une, que nos hace una única familia, amor que crea la Iglesia, la comunión del amor.

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