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La crisis de la globalización en tiempos de virus globales

Por: Carlos León D.  / Escuela de Economía

De acuerdo con el Índice Global de Compras (PMI publicado por Bloomberg) de inicios de marzo, la provisión de insumos, tiempos de pedidos y planes de producción tuvieron un serio retroceso (-6%) en la mayor parte de países del mundo, alentado ello por las diversas políticas implantadas por los países para reducir o paliar los efectos de contagio del coronavirus, la pandemia global reciente.

 

Una vista por regiones indica para la zona Euro, un deterioro de las condiciones de manufactura y servicios que mide el PMI, para el 30% de países y en riesgo de empeorar otro 30%, mientras que en África, 60% de países presentan un deterioro del índice. En Medio Oriente la cifra de deterioro llega a 50%. En Asia Pacífico, 46% de economías están en deterioro y 30%, en riesgo. En la zona de América 40% están en riesgo, el deterioro aun no llega, pero también es cierto que la pandemia recién arriba por estos lares.

 

Es obvio que el virus se hizo global rápidamente y afectará a la mayor parte de las economías (los efectos de su duración se estiman en 0.5% del PBI mundial como mínimo y hasta de 50% menos de crecimiento, si el virus se torna particularmente resistente). Sin embargo, hay otros riesgos mayores para la economía mundial, una vez que el virus pase, lo cual sucederá de todos modos en mayor o menor tiempo.

 

Uno de estos grandes riesgos es la tendencia a frenar los flujos migratorios en exceso, como ya se está evidenciando en algunas zonas de Europa o Asia, lo cual afectaría seriamente los servicios turísticos en economías pobres y ricas, además de alentar políticas nacionalistas no sólo económicas sino también aquellas que afectan, aún más, las libertades civiles de los inmigrantes o su libre acceso al mundo global.

 

Otro riesgo es proteger desmedidamente las economías (más de lo que ya se intenta ahora en muchos países desarrollados), como respuesta a las probables recesiones que enfrentarán muchas empresas, sobre todo aquellas que venden en los mercados más afectados por el virus (no solo el mercado internacional donde ahora hay mucha incidencia, sino también en mercados internos), cuya recuperación aun tomará cierto tiempo, y las empresas enfrentarán ese sobre costo, exigiendo alguna ayuda gubernamental.

 

El FMI ya ha lanzado algunas propuestas para el soporte a familias y empresas en riesgo, como subsidios temporales o relajaciones tributarias (mayores plazos para pagar impuestos, exenciones temporales de contribuciones, subsidios al desempleo o licencias pagadas, por ejemplo), además de incentivos monetarios como menores tasas de interés o agresivas compras de activos financieros, como ya se hizo en la crisis financiera global, el FED lo acaba de hacer.

 

Estas medidas suenan prudentes, pero ello elevará en muchos países, el déficit fiscal y el sobre endeudamiento, lo cual puede alentar a sus líderes a ir más allá, imponiendo frenos al comercio internacional y a los flujos de capitales (ya los tipos de cambio han saltado en estos días de manera fuerte creando estos incentivos intervencionistas extremos) o elevando los aranceles para recaudar más o simplemente para proteger a los mercados locales; lo cual tendrá consecuencias devastadoras para cuando el virus esté controlado.

 

 

En un mundo donde las tensiones para frenar la globalización económica, al menos, ya están presentes y donde las críticas a las economías desreguladas o libres que exige un mercado integrado, están a la orden del día; la pandemia del coronavirus termina siendo otro factor en contra para este proceso globalizante.

 

Nuestro país tendrá sus efectos negativos vía el comercio mundial restringido (aunque la caída del precio del petróleo tendrá un efecto positivo) y un menor turismo, a pesar de lo que diga el MEF, porque nuestra parte globalizada crea mucho empleo en sectores de mano de obra intensiva como los servicios (inclusive agroindustria) y otros de mucho aporte al flujo de capitales como el minero, además de los frenos recaudatorios como otra consecuencia negativa.

 

Sin embargo, algunas cosas positivas pueden salir de este riesgo a la salud de muchas personas, el hecho de poner una vez más, pero con mayor énfasis, en la escena nacional: que nuestras escuelas y hospitales, en muchos casos, no son idóneos para garantizar la salud ciudadana, sobre todo de los que tienen más riesgo, como nuestros niños y ancianos. Lo que sí podría activar o acelerar las inversiones (públicas principalmente), al menos en estos sectores de alto impacto en la vida de los ciudadanos.

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