¡La familia, protagonista del cambio social!
Directora del Instituto de Ciencias para el Matrimonio y la Familia USAT
Palabras con un gran significado y profundidad. El P. Francisco en la exhortación apostólica Amoris laetitia, menciona que “el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia” (p 25). Colocarle a un lado sería hacer de la sociedad una bomba de tiempo.
Los ataques ideológicos y mediáticos contra la familia ha incentivado a lo largo de estos últimos años investigaciones y propuestas de formación en torno al matrimonio y la familia logrando un despertar de tantos que dormitaban o indagaban en la búsqueda de soluciones cada vez más duras y complicadas.
Una de las claves, respuesta a estos desafíos, es la formación de los jóvenes (las futuras familias están en sus manos). Educarles en el amor y afectividad desde pequeños y mucho más en las etapas venideras como el enamoramiento, noviazgo y matrimonio, es un punto que no se puede obviar; mostrarles la belleza de verdadero amor y sexualidad, de la espera, de la castidad, del dominio de las emociones y sentimientos para no caer en la esclavitud, es un reto que se debe asumir con responsabilidad pero sobre todo con entusiasmo. En el corazón de cada joven existen deseos de lo grande, trascendente, duradero.
La belleza del amor en la familia, decir a todos que existen familias estables, en el que se vive la comprensión, el respeto, el olvido de sí, el sacrificio, el perdón, la lucha por ser cada vez mejor, superando defectos por el bien del otro pero que su centro es Dios; es la responsabilidad y obligación de todos, mucho más de aquellos que son testigos de esta realidad.
Colocar a la familia como protagonista del cambio de la sociedad, es buscar y promover medios de formación como Congresos, Coloquios, talleres, pastoral familiar que según el Papa Francisco “es un campo que debe ser cultivado con pasión y urgencia. En este tiempo, caracterizado por cambios muy rápidos en la sociedad, que se reflejan en una creciente fragilidad interior, las familias cristianas, aunque pertenecen a ámbitos geográficos y culturales diferentes, están afectadas por muchos desafíos similares” (Ecclesia revista, 2019). Señalando que “estamos llamados a estar cerca de ellos, a ayudar a las familias a redescubrir el don del matrimonio y la belleza de custodiar el amor, que se renueva cada día en el compartir paciente y sincero y en el poder suave de la oración” (Ecclesia revista, 2019)
La valla es muy alta pero nos debe interpelar, a no tener miedo a apostar por los jóvenes y las familias que necesitan de personas que les animen y alienten a aspirar por un matrimonio y familia que refleje santidad en lo ordinario y pequeño que surge en el día a día.