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La memoria de las víctimas: Europa y América Latina

Por :Dra. Agata Serranó – Directora del Centro de Estudios Políticos y Gestión Pública de la USAT

Para Europa, el 11 de marzo es una fecha de conmemoración importante y lamentablemente muy dolorosa: es el día europeo de las víctimas del terrorismo. Se eligió esta fecha, porque el 11 de marzo de 2004 una célula terrorista islamista, inspirada en el movimiento global de la Yihad, perpetró diferentes atentados con bombas en Madrid. Fueron los atentados terroristas más sangrientos que Europa había vivido hasta el momento, en los que en pocos instantes 192 personas perdieron la vida y 1841 quedaron heridas.

Europa actualmente sigue bajo la grave amenaza del terrorismo islamista. Esta forma de terrorismo pretende justificar su violencia en creencias político-religiosas. En los años ‘80 del siglo XX se manifestó en suelo europeo a fin de internacionalizar la violencia relacionada con los conflictos regionales de Oriente Medio. En las últimas décadas, en cambio, los atentados masivos cometidos se enmarcan en el movimiento global de la Yihad, antes liderado por Al Qaeda y, en los últimos años, por el ISIS.

Sin embargo, Europa había sido escenario de brutales atentados cometidos por varios grupos terroristas de diferente origen e ideología desde los años ‘60 hasta mediados de los años ‘80 del siglo XX, cuando en muchos países se manifestó una escalada de violencia terrorista conocida comúnmente como los “años de plomo”. Aunque en menor escala, también se han registrado actos de terrorismo organizados y/o perpetrados por actores estatales.

Lamentablemente, las cifras de las víctimas del terrorismo y de las violaciones de los derechos humanos en América Latina superan cualquier realidad europea. Como se sabe, el Perú vivió desde 1980 al 2000 un conflicto perpetrado por grupos subversivos como Sendero Luminoso, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y otros actores. Durante ese tiempo, la estrategia de contraterrorismo ordenada por altos mandos del gobierno y llevada a cabo por las fuerzas armadas y policiales, causaron graves violaciones de los derechos humanos. Aún no existe consenso sobre el número total de muertos y desaparecidos, aunque la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) en su informe presentado en 2003, estima que las víctimas del conflicto ascienden a 69.280 personas. Las cifras más recientes elaboradas por el Ministerio Público y el Instituto de Medicina Legal aseveran que los desaparecidos durante el conflicto serían más de 15.000. Se habla, además, de al menos 600.000 desplazados que han sido obligados a dejar sus hogares por temor a perder la vida y se estiman más de 4600 sitios de entierro, quedando como tareas pendientes  las exhumaciones , identificación y entrega de restos de personas desaparecidas  en todo el país.

Sin embargo, después de haber anotado estas cifras desgarradoras, lo que se quiere transmitir no es la idea de que el problema del terrorismo y de las violaciones de los derechos humanos sea simplemente un problema cuantitativo. Al contrario, queremos resaltar que ni una sola víctima hubiera tenido que producirse en tales escenarios puesto que, el terrorismo es un grave delito que debe ser prevenido por el Estado democrático de Derecho, cuyo deber primordial es salvaguardar la integridad física y psicológica de todos sus ciudadanos.

Nuestras víctimas del terrorismo europeas, latinoamericanas y de otras latitudes de la tierra, han sido asesinadas con la intención política de algunos grupos subversivos de destruir la «res publica», socavar las libertades fundamentales y la democracia. Por ello, merecen el reconocimiento y la solidaridad de toda la sociedad y del Estado de Derecho, ese Estado que no sólo no ha logrado prevenir su asesinato sino que, además, para contrarrestar la violencia terrorista, en ocasiones, ha producido otras violencias y muertes.

Por lo tanto, las secuelas del terrorismo y las violaciones de los derechos humanos no pueden ser afrontadas sólo valorando las cifras sobre las víctimas, cuando las hay, sino escuchando su voz, incluyéndolas en políticas de Estado de reparación y de memoria que sean efectivas y sostenibles. Las víctimas del terrorismo y de las violaciones de los derechos humanos, a pesar de las injusticias sufridas, afrontan su drama cada día con entereza, valentía y resiliencia. Por ello, en diferentes partes del mundo son consideradas como referentes morales, que añaden a la historia de su país un valioso punto de vista, lamentablemente a menudo injustamente silenciado.

A través de entrevistas cualitativas con muchos peruanos supervivientes y familiares, la expresión de sus rostros, sus silencios y sus lágrimas, he podido conocer la esencia, la cultura y la humanidad de un país que aún está convaleciente y que para intentar afrontar ese duelo tan profundo necesita reconocimiento, verdad, memoria, justicia y el respeto de la dignidad de sus hijos caídos.

En sociedades que padecen crímenes especialmente graves como los mencionados, los valores de la Dignidad, la Verdad, la Memoria y la Justicia adquieren múltiples dimensiones: por una parte, ellos son necesidades de los supervivientes y de los familiares de las víctimas; por otra, sin embargo, son derechos tanto de los afectados como de toda la sociedad. Por tanto, garantizar su respeto es un deber del Estado democrático y una responsabilidad moral de todos los ciudadanos.

Respetar la Dignidad de las víctimas significaría reconocer plenamente su dimensión individual y su valor público, a fin de que su humanidad permanezca siempre viva y que su ausencia sea visible para los ojos de todos. El derecho a la Verdad implicaría esclarecer los hechos de los crímenes padecidos y no permitir que manipulaciones de lo ocurrido se acepten como la verdad oficial. Hacer Memoria permitiría recordar las injusticias pasadas, esas responsabilidades que aún no han sido asumidas y no olvidar el sufrimiento de aquellos que las han padecido. Garantizar la Justicia, por una parte, implicaría el reconocimiento de la violación de los derechos de las víctimas y la reparación del daño causado. Por otra, implicaría la detención, el juicio, la sanción de los culpables de los delitos cometidos y el cumplimiento de las condenas establecidas según las reglas del Estado de derecho.

Asumir tales responsabilidades social y políticamente sería un pequeño primer paso para intentar pagar la incompensable deuda moral y colectiva que todos hemos adquirido con ellas. La mirada de las víctimas debería ser el espejo en el que todos nos reflejáramos a fin de que el pasado nunca volviera a repetirse.

A todas las víctimas del terrorismo y de las violaciones de los derechos humanos.

In memoriam

 

Artículo adaptado por Agata Serranó, autora de los textos del Catálogo de la exposición fotográfica “Europa contra el terrorismo: la mirada de la víctima – Europe against terrorism, the glance of the victim”, Fundación Miguel Ángel Blanco, 2014, Madrid, pp. 1-55. Dicha exposición fotográfica tuvo lugar en Casa de Vacas, Parque del Retiro (Madrid) desde el 05 al 30 de marzo de 2014 y fue visitada por más de 12.000 personas.

 

 

 

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