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Lambayeque y Juan Parra del Riego

lambayeque_y_juanparradelriegoJuan Parra del Riego, poeta futurista y vanguardista, nació en 1894 y, a los 18 años, con su “Canto a Barranco” ganó en los Juegos Florales convocados por la Municipalidad de Surco, y se dio a conocer. En adelante, este huancaíno, hijo de un coronel pierolista, bohemio,  trashumante y seguidor de Marinetti; inicia un periplo que lo llevará a entrar en contacto con poetas de diversas ciudades de la costa del Perú y otras de Sudamérica. Radicó en Montevideo, donde, escribió sus mejores poemas, falleció, tiene un monumento y el reconocimiento póstumo de poeta uruguayo.

Teodoro Rivero Ayllón, refiere que Parra del Riego “residió en Chiclayo por los años 1916 – 17, luego de participar en la bohemia del Grupo Norte de Trujillo. Hizo acá periodismo en El Progreso, fundado por Pedro José y en La tarde, de Virgilio R. Pérez y Víctor M. Vélez. Recién llegado se presentó en el Teatro Dos de Mayo y cantó: “Tierra de Chiclayo, campos sonreídos/del sol más poeta que alumbra el Perú/sinfónicos toros, mameyes dormidos/pinceladas suaves de sueños floridos/tierra de Chiclayo, gran tierra ¡Salud!…//”

En Trujillo, compartió tertulias con los poetas José Eulogio Garrido, Juvenal Chavarri, Domingo Parra del Riego, César Vallejo, Antenor Orrego, entre otros. En Chiclayo, ya era conocida la poesía de Emiliano Niño, Juana Rosa Sime, Germán Leguía y Martínez, Rómulo Paredes, Sara Bullón… no puedo afirmar que alguno de ellos socializó con Parra del Riego, creo que es posible. En el mismo teatro “Dos de Mayo”, un año después (julio de 1918), también se presentaría Abraham Valdelomar aunque por distintas razones. El “Conde de Lemos” dictó una Conferencia a los Obreros de Chiclayo, discurso que fue recogido por la prensa de aquel tiempo y analizaré en posterior artículo.

A Lambayeque, por su monotonía, según Rivero Ayllón, Parra del Riego, lo calificó de “pueblo muerto” y le escribió: “En este pueblecito rodeado de una yerma/monotonía que nos hace sufrir/parece que del alma más triste y más enferma/sobre él se hubiese echado un suspiro a dormir//El tiene un aire dulce de empolvadas consejas/mustias casonas graves que, unas de otras contiguas/recuerdan esos grupos lamentables de viejas/que se ponen a hablar de las cosas antiguas//Este es un pueblo triste, señor, un pueblo muerto/en las calles ni un alma, ya lo ve U. desierto…/me dice un hombre ingenuo del lugar… y yo paso//pensando indiferente, por la calle dormida/que este pueblo es el más feliz del mundo acaso/porque no sabe nada del dolor de la vida//

Tiempo después, en París, a inicios de los 20, Parra del Riego tendrá un segundo encuentro con Chiclayo homenajeando a uno de sus mejores hijos. Llegó un día domingo, portando un ramo de rosas blancas, a la estación “4 de setiembre”, el mismo lugar en el que un día 14 de diciembre de 1907, falleció trágicamente el joven poeta chiclayano Jesé Eufemio Lora y Lora (JELIL). Aquel momento, de seguro, fue ideal para rememorar los más sentidos versos: “…y para el pensamiento que en la Noche/sin bordes de la Nada, quedo preso/antes de hablar su verbo cristalino//como la flor helada antes del broche/como el amor extinto antes de beso/como el canario muerto antes del trino…// Parra reconoció el valor excepcional del JELIL y su poesía. Aunque Rázuri lo llamará, más tarde, “el poeta olvidado”, Parra recordó al sarcástico “Kuroki” (seudónimo usado por JELIL en algunas sátiras publicadas en “El Diario” de Chiclayo)  lleno de dolor por su trágica partida.

Seguramente este hecho le permitió volver al pasado y recorrer, nuevamente, nuestra ciudad; esta vez, de forma imaginaria… seguramente retornaron las imágenes de la plaza en construcción, del teatro y su emocionado canto, de sus breves días de articulista en “El Progreso” y “La tarde”, del tranvía y la estación del ferrocarril, de la Iglesia Matriz, del hombre y la mujer de a pié… EL Dr. Oscar Vílchez, me comentó que fue Parra del Riego quien calificó a Monsefú como “Ciudad de las flores”.

Bohemio, cosmopolita, dejó este tierra pasajera, y cumplió su sino. Víctima de tuberculosis, enfermedad contraída en París, y sin conocer a su hijo, nacido seis días antes de su deceso; culminó sus días, viviendo en plenitud. Antes de partir, dijo a Blanca Luz, su esposa, “¡muero en mi ley!

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