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Que el énfasis no nos lleve al error, una reflexión sobre las redundancias en el español

La redundancia es un fenómeno lingüístico que consiste en la reiteración excesiva del algún elemento gramatical o léxico. Pero ¿hasta qué punto es censurable su uso? Reflexionemos brevemente al respecto. Los distintos casos de redundancia encontrados hace que enunciemos la siguiente clasificación: 1) sintáctica: “No tengo nada”, “No vino nadie” (dobles negaciones), “Le atormentan vanos pensamientos a Sofía”, etc.; 2) léxica: “Sube arriba y tráeme el bolso”, “lapso de tiempo”, “completamente abarrotado”, “inmensa multitud”, “réplica exacta” etc.; y 3) estilística o pleonasmo: “Lo vi con mis propios ojos”, “Los mata bien muertos”, etc.

En todos los ejemplos mencionados anteriormente se puede justificar y validar la redundancia por fines enfáticos y expresivos. Sin embargo, en la mayoría de casos su uso es inadecuado y puede llegar a ser reflejo de una locuacidad superficial o de una pobreza léxica del hablante. En tal sentido, no se justifica su uso cuando se busca dilatar la expresión para llamar la atención del receptor con palabras que no añaden nada al sentido: “relación bilateral [entre dos naciones]”, “gran cantidad [económica] de dinero”, etc.; o cuando por descuido o desconocimiento se diga: “hemorragia [de sangre]”, “casualidad [imprevista]”, “constelación [de estrellas]”, “hablar tres idiomas [diferentes]”, “idénticamente [iguales]”, “insistir [de nuevo]”, “20 kg [de peso]”, “niños y niñas [de ambos sexos]”, “peluca [postiza]”, “prever [con antelación]”, “vigente [en la actualidad]”, “conclusión/veredicto [final]”, “erradicar [de raíz]”, “factible [de hacer]”, “accidente [fortuito]”, “[menos] quince grados bajo cero”, “autopsia [de un cadáver]”, etc. Todos estos ejemplos tan frecuentes se deben evitar en la lengua oral, y más aún en la escrita.

Pero en definitiva será el contexto quien precise si se trata o no de una redundancia. Así, en “La institución puso en evidencia documentos para lograr la máxima excelencia ante la agencia acreditadora”, puede sospecharse de repetición innecesaria en “máxima excelencia”, pero si el contexto es que existen grados de excelencia en los que son ubicadas las instituciones, la redundancia queda resuelta.

Como vemos, el idioma puede conseguir matices expresivos y de significado basándose en la redundancia, sin embargo, en la comunicación, sobre todo formal, debemos evitarla cuando sea motivada por una intención ampulosa o descuidada. Que el énfasis no nos lleve al error.

Verónica Chumacero Ancajima
Docente de la Facultad de Humanidades – USAT.

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