Mercado laboral femenino: Algunas características en la “recuperación” económica
Docente de la Escuela de Economía
En ese panorama de recuperación, las cifras del empleo muestran escenarios complejos, sobre todo si colocamos la mirada en la evolución del empleo femenino. Así, en cifras comparadas de la Encuesta Nacional de Hogares para los años 2019 y 2020 (INEI, III trimestre) las mujeres empleadas tuvieron una amplia caída, pues pasaron de 62% a 50%, mientras que las mujeres inactivas pasaron de 35% a 44%, evidenciando una salida del mercado laboral hacia el trabajo familiar no remunerado o el autoempleo totalmente informal, en el mejor de los casos.
Lo señalado antes, puede también leerse desde la tasa de desocupación femenina (F1), si bien esta prácticamente se duplicó (pasó de 2.9% a 5.6%), no explica el amplio movimiento de la masa femenina inactiva, lo que, sin embargo, sí es explicado por las elevadas cifras de informalidad del empleo femenino entre los años comparados (F2).
La mujer, desde esta perspectiva, ha precarizado enormemente sus niveles de empleo en medio de la pandemia. Los efectos de la salida del mercado de trabajo han ahondado el desequilibrio salarial entre hombres y mujeres, además de los niveles de pobreza sobre todo en hogares dirigidos por mujeres.
Esta afirmación puede colegirse desde la evolución de los ingresos dependientes e independientes mostrados en las figuras F3 y F4.
Los efectos de la pandemia en el sector informal del empleo dependiente típicamente asalariado, han sido bastante similares entre hombres y mujeres, sin embargo, en el lado formal de este rubro, la mujer ha tenido una abrumadora caída salarial (-7%) respecto de los hombres, que incluso tuvieron una pequeña alza (0.5%). El encasillamiento en actividades ligadas al cuidado, al contacto personal o simplemente la mayor demanda de cuidado familiar, deterioraron las perspectivas femeninas de ingresos salariales ni bien se iniciaron las cuarentenas, aspectos negativos que aún no terminan, de modo que la precarización continua.
En el lado de actividades independientes, nuevamente muchas mujeres se dedican al comercio o servicios, en la mayor parte informal o ambulatoria, estas actividades sufrieron un duro golpe con la pandemia (excepto los negocios minoristas de alimentos o abarrotes formales o informales dirigidos por mujeres) y las cuarentenas; este estrato del empleo tuvo severas caídas salariales, en el lado informal la mujer perdió 30% de ingresos, menor que la caída en los hombres, pero en el lado formal, las diferencias fueron inversas y en contra del empleo femenino independiente, cuyos ingresos cayeron 31%.
La pandemia le juega en contra a la población femenina muy por encima de los daños al empleo masculino, lo cual puede concluirse mirando las brechas de ingresos entre ambos sexos, acorde a las tablas T1 y T2.
T1. Brecha de ingreso dependiente (Hombre – Mujer) | |||
2019 | 2020 | ||
Informal | Formal | Informal | Formal |
19% | 10% | 17% | 20% |
T2. Brecha de ingreso independiente (Hombre – Mujer) | |||
2019 | 2020 | ||
Informal | Formal | Informal | Formal |
90% | 81% | 64% | 108% |
Como podemos notar, las brechas en el lado asalariado son relativamente menores comparado con las amplias brechas en el lado de la actividad independiente (en el lado formal las brechas de ingresos antes y durante la pandemia se han disparado). Las mujeres que emprenden alguna actividad comercial u oficio personal, han retrocedido mucho en los espacios ganados de cierre de brechas de ingresos. Estas brechas solo predicen hacia adelante, una caída de la productividad preocupante en medio de la “recuperación” (ya algunos señalan un PBI potencial de 2%, alrededor de la mitad respecto al que se tenía hace solo 2 años).
Políticas públicas laborales segmentadas hacia estratos desfavorecidos son una mejor respuesta en estos tiempos y una exigencia, antes que el solo hecho de proteger el empleo general o esperar a que el mercado laboral solo se acomodará, como parece ser, a la mirada de la política pública en general.