¡Navidad!
Por: Padre Jorge Villegas, capellán F. Medicina
¡Es Navidad! Aquí y allá se oyen planes de cenas, regalos, chocolatadas, caridad. Parece que lo más noble y santo que hay en nosotros hubiese despertado. Es la fiesta de los niños y de los no tan niños, es la fiesta de la pequeñez, la nobleza, la bondad, el abajamiento. Quien más quien menos, todos miramos a Jesús en el pesebre, algunos solo de reojo, otros directamente como Job casi reclamándole, y otros, pocos, con indiferencia. Pero son más los que se detienen, agradecen, prometen, abrazan y olvidan ofensas y rencillas, aunque a veces sea solo por ese día. Qué más da. El Dios que nace ama todo lo humano.
Pero ¿qué es la Navidad? La Navidad es un drama, leía hace poco. En nuestra experiencia es una fiesta de luces, azúcar, chocolate, montañitas verdes, panderetas. Una fiesta de diminutas imágenes de pastores y animalitos caminando alegremente hacia una escena llena de luz artificial, en cuyo centro encontramos a un indefenso niñito junto a sus padres y, detrás de ellos, un buey y una mula que no mugen ni rebuznan porque son de yeso. Sí, lo sabemos, todo ello no es más que una representación piadosa y, está bien. Pero el Belén que puso Dios fue muy diferente: insensible, frío, maloliente, húmedo, peligroso. “No tenían sitio en la posada” cuenta Lucas y por ello pusieron al recién nacido en el comedero del ganado, instalado en una pared, que ahora nosotros le llamamos dulcemente pesebre. Imagínense la congoja de la Madre al no poder brindarle todos los cuidados que su amor materno deseaba. Fueron unos humildes, hediondos, harapientos y mal educados pastores los privilegiados en recibir la buena nueva del nacimiento. Faltos de honor por no estar en casa con sus mujeres durante la noche para protegerlas y, además, considerados ladrones por apacentar los rebaños en propiedades de otras personas, son los inesperados testigos del acontecimiento más grande de la historia. Mientras el emperador, los reyes y las autoridades religiosas dormían, Aquel que sería llamado Luz de las naciones, hacía su presencia en un rincón marginal de Palestina.
Al final, podemos decir que a Dios no le avergüenza verse en pañales. La redención se abre caminos a través de sencillez y humildad, de las injusticias y las tragedias, de la debilidad y la fragilidad. Por eso podemos decir que Jesús viene de noche. Cuando la oscuridad es más densa ahí está Él, ensanchando los corazones, abriendo perspectivas, infundiendo seguridad. Solo pide un poco de espacio en nuestras vidas, tiene necesidad de nuestro vacío. Pide deshacernos de afectos, agobios, superficialidades y seducciones que nos encadenan y no nos permiten amar aquello que verdaderamente estamos llamados a amar, lo que es bueno, verdadero y justo. Limpiar nuestro corazón del amor desordenado al dinero, al poder y al placer. Amemos la sencillez, el sacrificio, la entrega, la bondad porque allí se hace presente Dios. Que esta Navidad nos dejemos sorprender por este pequeño infante que no necesitó mucho para estar contento.
¡Feliz Navidad!