No existen noticias falsas
Periodista y docente de la Escuela de Comunicación USAT
Erróneamente los medios tradicionales de información han concedido a los ciudadanos un derecho descontrolado, le han facilitado convertirse en reporteros de a pie; incitándolos a tomar sus celulares y fungir de periodistas trasgrediendo toda rigurosidad ética y profesional. Se le ha permitido asumir el trabajo de recojo, procesamiento y juicio sobre lo que pueda acontecer a su alrededor. Sin criterio alguno, los ciudadanos van por las calles con la cámara de sus equipos móviles captando todo aquello que le parezca noticioso; pero aquí cabe hacernos una pregunta: ¿Qué es noticia?
Los estudiosos coinciden en varios puntos al momento de determinar qué es noticia; principalmente en sus bases de hecho de interés colectivo y en su génesis de veracidad.
En esta última característica nos detendremos a analizar la raíz de la fácil masificación de falsas informaciones que en esta etapa de pandemia que vivimos ha encontrado su complemento perfecto para poder acrecentarse.
La población; indistintamente de su profesión, nivel económico u otra clasificación, es un caldo de cultivo para informaciones falsas que rondan principalmente en redes sociales cuando es sometida a presión. A tal punto que da por sentada toda información propalada en diversas plataformas. Caso muy contradictorio, puesto que puede encontrar en las mismas redes la confirmación o no de dicha información. Sin embargo, no se toma el tiempo de contrastar los hechos, labor que sí forma parte del ejercicio periodístico.
No importa quién lo diga, lo más importante es cómo lo diga.
Es preciso señalar que la población obvia las fuentes, dando más prioridad a la intensidad de la redacción, por ello, los titulares usados son un enganche perfecto. Apelando al sensacionalismo y a imágenes crudas, los generadores de falsos contenidos se sustentan en el morbo colectivo para poder ampliar su alcance.
Otras de las formas de generar contenidos falsos es traer a la actualidad noticias publicadas con muchos años de anterioridad. Aprovechando la coyuntura es más factible que la población pueda creerlas puesto que la contextualizan sobre hechos actuales; cambiando el nombre de ciudades o personajes. Hay casos donde logran hacer creer a la población que el personaje que aparece en una fotografía es un ministro italiano lamentándose por la muerte de tantas personas por el Covid-19, cuando en realidad se trata del presidente de Brasil en una ceremonia oficial.
O cuando comparten la imagen de un actor de cine o televisión que ha donado –supuestamente- varios millones para el desarrollo de una vacuna contra el Covid-19.
Este fenómeno ha calado con mayor intensidad en las personas de 50 a más años de edad, quienes no dominan ni el lenguaje de las redes ni sus deseos de incrementar su propia preocupación.
Pero no todas las falsas informaciones se dan de forma lastimera o sensacionalista, también se camuflan de los denominados memes; que son una suerte de caricaturas o bromas que, al principio, causan risa, pero su fin principal es crear muchas veces un concepto erróneo frente a un acontecimiento.
Otras de las formas muy usadas para la propalación de falsos contenidos es enviar audios mediante la red social. Apócrifos documentos orales que hablan de supuestos hechos o informaciones obtenidas clandestinamente sobre presuntas acciones de las autoridades, o más recientemente, sobre casos de infectados o víctimas mortales a causa del Covid-19.
Noam Chomsky, en su publicación Diez estrategias de manipulación mediática; explica que se apela a utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Para la anécdota, este pensador ha sido protagonista involuntario de los denominados fake news. Se le ha atribuido un artículo que habla sobre las políticas de Estados Unidos de Norteamérica frente a esta pandemia. Tenor que ha recibido el rechazo de una gran parte de la comunidad científica; pero que no pasa de ser un contenido falso.
Por cierto, no existe la noticia falsa. Si es falso, no es noticia.