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Articulos Opinión

Mentalidad y acción de servicio en la comunidad universitaria

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Dra. Mirtha Flor Cervera Vallejos

Procurar que las personas estén contentas no es nada fácil, pero  el esfuerzo por hacerlas felices está en nuestras manos. Una manera sencilla es comunicar las alegrías que tengamos tales como, narrar anécdotas, contar pequeñas novedades útiles, incluso aprender un chiste para lanzarlo en un momento tenso, lleno de dificultades que no faltarán mientras tengamos vida.

El maestro Ponz, a quien tuve la suerte de conocer, comentaba que una   consecuencia de poseer un sentido suficientemente elevado de la dignidad de la persona humana es encontrar satisfacción en ayudar a los demás, sentir la alegría de servirles, descubrir esta nueva dimensión de la actividad humana. Aspecto realizable sea cual fuere nuestra condición, presidente, gobernante, futbolista  o simplemente un estudiante universitario cuando quiere ser mejor debe actuar de acuerdo a la convicción que debe ser inculcada desde el hogar: “servir a los demás con sana alegría”.

La sana alegría de servir la tienen profesores, estudiantes y personal administrativo universitarios, con quienes quiero llegar puesto que formamos parte de la universidad. Todos  poseemos inteligencia y de acuerdo a los años tenemos una cultura adquirida destacando en algo especial relacionado con  las ciencias o las humanidades que estudiamos o enseñamos. Por ello, nos desempeñamos con libertad responsable con conocimiento y con cierta autonomía. Y al reflexionar sobre nuestra propia vida,  razonamos que es posible vivir con intensidad; por ejemplo, una persona que una vez recibió el bautizo, se hizo hijo de Dios y recibió una gran herencia que es necesaria trabajar todos los días en el servicio de quienes nos necesitan.

El papa Juan Pablo II, en la Carta apostólica Novo Milenio Ineunte nos pedía a todos: ”Se necesitan heraldos del Evangelio expertos en humanidad, que conozcan a fondo el corazón del hombre de hoy, participen de sus gozos y esperanzas, de sus angustias y tristezas, y al mismo tiempo sean contemplativos, enamorados de Dios”. Idea ratificada por Benedicto XVI, al solicitarnos movilizar los recursos intelectuales y morales de toda la comunidad católica al servicio de la evangelización de la cultura  para la construcción de la civilización del amor.

En la línea de sus antecesores, el Papa Francisco, reafirma este pedido cuando nos exige que seamos  testimonios confiables con la vida y la palabra, que usemos el lenguaje de la misericordia en los gestos, en las actitudes antes que las palabras, nos increpa a  hacer visible la ternura de Dios, salir al encuentro de los demás, “a las periferias”, a dialogar, amar a los que no piensan como nosotros, con los que tienen una fe diferente, porque todos están creados a imagen y semejanza de Dios, de esta manera nos orientamos  hacia un servicio desinteresado a los demás, que contribuya a que la vida resulte más grata y a que la sociedad sea más justa y más amable.

Estas convicciones pensadas, llevadas a nuestro interior, nos hacen un gran bien porque va configurando la mentalidad de servicio, la cual  no se ha de ver, como afirma el maestro Ponz, simplemente como algo laudable y meritorio, sino que constituye un deber ético, erigido por la solidaridad y fraternidad humanas, que ha de poseer el universitario como un elemento de su espíritu, que incluye diversas manifestaciones:

  1. Esmerarse en realizar el propio trabajo profesional, la función que cada uno desempeña dentro de la sociedad, de la manera más acabada que se pueda, lo mejor que sea posible. Esto supone el fiel cumplimiento de los deberes profesionales, el continuo afán por perfeccionar los propios conocimientos, el superarse en el ejercicio de la profesión, como medio primario de ofrecer a la sociedad, a los demás, un buen servicio, solucionar sus problemas, ayudarlos a crecer.
  2. Hacer a los demás partícipes de nuestro saber personal, de nuestros hallazgos científicos, o aun de los interrogantes que se plantean ante determinadas cuestiones. Y así procurar publicar los resultados de las labores de investigación con la ilusión en el beneficio de muchos y pasen a ser del dominio de todos, con sencilla generosidad a los alumnos, discípulos o colaboradores, en una entrega intelectual abierta de efectos multiplicadores de tal manera que los que no saben empiecen a disminuir y crezcan los que saben y estos ayuden a otros.
  3. El servicio a la sociedad que se deriva de la posesión de sensibilidad social, del vivo sentido de la responsabilidad ante los asuntos de interés común, de la conciencia clara de que al universitario le atañen mayores deberes sociales justamente por tener mayores conocimientos y cultura, por haber podido adquirir más hondo sentido de la justicia y por ello no tiene miedo, sale al encuentro de los demás sin renuncias, descubriendo nuevas vías con actividades propias innovadoras que no le permitan fosilizarse.
  4. Ser sensibles para prestar ayuda espiritual y material a los demás, haciéndoles llegar los beneficios de la cultura, para que descubran en mayor grado su propia dignidad y sepan actuar en consecuencia. En todos los ambientes en los que convive, en el profesional, familiar y social, hay junto a él personas que necesitan de su generosidad, de su entrega a una siembra de verdad, de justicia, de amor y de paz muy cercano a sus amigos.
  5. Actuar oportunamente. No se puede dudar de que un universitario puede hacer mucho para despertar a otros de su letargo de pasividad y que debe estimular la iniciativa en servicio de tantas empresas generosas en bien de los hombres. De igual modo, esa misma responsabilidad debe incitar al interés por las cuestiones públicas y a la participación en la recta configuración de la sociedad influyendo en la opinión pública con un trabajo serio y bien hecho.

A nadie escapa que la mentalidad de servicio requiere vencer en tantas ocasiones la comodidad y aceptar «complicarse la vida» y esto es acción en bien de muchos. Pero es una virtud muy propia del verdadero talante universitario. El servicio así entendido no rebaja, no esclaviza, sino que por el contrario, enseñorea y ennoblece, por lo mismo que es libremente querido y generosamente practicado.

Así que a interiorizar una mentalidad de servicio en la comunidad universitaria para vivenciarla en bien de todos.

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