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Pasión por el Teatro en la USAT

Bajo los auspicios de una espléndida luna en la noche, el elenco de teatro de la Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo estrenó la semana pasada la célebre y conmovedora obra de Federico García-Lorca, Bodas de sangre (1931), una historia trágica y poética a la vez, basada en hechos reales ocurridos en el sur de España. Acontecimientos tan universales como los que suscitan el recuerdo y el anhelo, la tradición y la rebeldía, las leyes de la naturaleza y la libertad personal, la festividad y el duelo, el amor y la muerte, entre los cuales discurre la impetuosa condición humana.

Una puesta en escena dirigida por Paco Echeandía, promovida por el Instituto de Cultura de la USAT –bajo la conducción de Carlos Mendoza– y protagonizada por profesores, administrativos y estudiantes, todos ellos miembros de distintas escuelas y despachos de la misma comunidad universitaria. Una representación largamente aplaudida, con un público estremecido por la intensidad de la trama y la fuerza de los personajes, luego de numerosas semanas de ensayos, esfuerzos e ilusiones, que se remontan a enero de este año.

Entonces, por iniciativa de docentes de la Escuela de Derecho, el ICUSAT impulsó la creación de un grupo de expresión artística que acogiera la unión de una pluralidad de talentos y aficiones. Casa de muñecas de Ibsen, Muerte de un viajante de Arthur Miller y El jardín de los cerezos de Chejov, fueron objeto de lecturas dramatizadas que concluyeron en la elección de la pieza de García-Lorca, en cuyo amplio legado literario asoman inseparables la poesía, el drama, la idiosincrasia pasional y un empleo delicado y sugerente de símbolos.

En una ciudad con escasa oferta teatral como Chiclayo, la noticia es relevante. Nada más alentador que un proyecto concebido desde la cotidianidad de las personas. Lo que prueba que la vida cultural de una sociedad no depende solo de la decisión de las instituciones establecidas, y que la mayor virtud de éstas es propiciar y viabilizar la voluntad ciudadana. Así como la magnífica gastronomía del país, exhibida en vitrinas y recetarios del mundo, solo pudo haber nacido en el claroscuro de las mesas y los fogones familiares, del mismo modo la cosecha artística de una sociedad no puede tener mejor comienzo que el corazón de quienes se proponen, con coraje y ahínco, entregar a otros la emoción vibrante y enriquecedora del teatro en este caso.

Tratándose de un elenco totalmente amateur, una de las grandes experiencias que han vivido sus integrantes ha sido atravesar las vicisitudes propias de un proceso creativo. El aprendizaje del gesto corporal, la conexión de actos y palabras, el acuerdo de los movimientos y la maravillosa aventura de buscar una expresión física y anímica fiel tanto al personaje como al propio actor, han sido, sin duda, descubrimientos gratificantes, ejercicios de autoconocimiento y empeños de comprensión de otras vidas, las de los personajes. En definitiva, una variada exploración de la naturaleza humana.

A lo que se añade el despliegue de hábitos de trabajo en equipo. Los propios actores aportaron buena parte del vestuario y la utilería, brindaron sus habilidades para la gerencia y el diseño de la difusión, pero, sobre todo, entregaron horas y energías para la obtención organizada de una finalidad común y la realización de un sueño sostenido en el tiempo. Con ello dieron fe de que la construcción colectiva del arte es, además de un regalo para el alma, una escuela de vigoroso civismo, de esas cualidades de cooperación, solidaridad, responsabilidad y sentido de lo comunitario que echamos en falta a nuestro alrededor.

“Los varones son del viento”, dice la Madre, la figura más poderosa y sensible de la creación lorquiana. Frase rotunda que evoca uno de los temas centrales de la cultura universal: la contraposición entre lo femenino y lo masculino, el arraigo y la mudanza, el calor de la casa y la intemperie del mundo, la tierra de los recuerdos y el aire libre de los anhelos, la firmeza de lo estable y la incertidumbre de la libertad. Ser huidizo el humano que, sin embargo, la punta de un pequeño metal detiene. Aire veloz del espíritu que cae en espesas gotas de sangre. Solo amamos lo que podemos perder. Y el dolor, que prueba que estamos hechos para la dicha –decía san Agustín–, confirma también que nuestros motivos para amar superan cualquier cálculo y son más grandes que lo que el destino nos pueda dar o arrebatar.

Bodas de sangre, del elenco teatral de la USAT, volverá a presentarse este viernes 28 de junio a 7:00pm en el Aula Magna del campus universitario. La entrada es libre y serán bienvenidos los amantes del arte y del teatro, y toda la comunidad lambayecana, a cuya disposición queda, asimismo, esta propuesta a la espera de futuras invitaciones.

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