El Cambio Climático: una realidad que debemos enfrentar
El efecto invernadero es un fenómeno natural, permite que la tierra sea calentada por los rayos solares para generar vida. Estos rayos atraviesan la atmósfera, que regula su ingreso a la superficie terrestre, como energía que se refleja sobre la tierra y retorna al espacio exterior. Parte de esta energía permanece en el planeta, gracias a la acción de gases que normalmente se encuentran en la atmósfera.
El aumento en la concentración de los gases, como el dióxido de carbono, ocasionado por el alto consumo de combustibles fósiles y entre otras fuentes, ha generado la intensificación de este proceso y el incremento de la temperatura global. Este fenómeno es la fuente del cambio climático.
Los gases denominados «gases de efecto invernadero» (GEI), son la causa del sobrecalentamiento terrestre y la alteración de los procesos climáticos, que ocasionan: el descongelamiento de los hielos polares, aumento del nivel de los océanos, cambios drásticos en el clima, alteración de ecosistemas, etc; y que generan a su vez, serios problemas a los sistemas productivos de los países con pérdidas considerables en infraestructura y recursos.
El Protocolo de Kyoto, destinado a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, tiene por objetivo crear conciencia sobre el cambio climático global, especialmente sobre nuestra contribución al aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero.
Los últimos estudios publicados por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC – por sus siglas en inglés), revelan que las metas trazadas en la reducción del incremento de la temperatura en el planeta, basado en la generación de GEI, no serán alcanzadas, pronosticando un aumento en la temperatura del planeta superior a lo pensado.
A largo plazo, estos efectos impactarán negativamente sobre las poblaciones vulnerables en países en vías de desarrollo, donde los recursos económicos no se encuentran disponibles para mitigar los potenciales daños ocasionados por el cambio climático. A los problemas de infraestructura se suman los de seguridad alimentaria, por los efectos del cambio climático sobre la producción agrícola y la disponibilidad de agua, también los efectos sobre la pérdida de biodiversidad y desplazamiento de los nichos ecológicos. Esto producirá la desaparición de especies endémicas, bases del correcto funcionamiento de numerosos ecosistemas.
Ya no es solamente una responsabilidad de las empresas como grandes generadoras de GEI, debe considerarse el aporte individual de cada miembro de la sociedad, manifestado a través de sus modos de consumo. Esto incidiría decididamente sobre las fuentes industriales y la promoción de hábitos de consumo más acordes al cambio climático.
Entre las principales iniciativas que se vienen dando a nivel personal y grupal, están: cambio en los patrones de consumo de carne, cambio en el modo de transporte (automóvil por transporte colectivo como buses y trenes; bicicleta como reemplazo de los dos previos), disminución del desperdicio (menos comida a la basura, reciclaje en el hogar, materiales de segundo uso).
Es necesario tomar conciencia y aportar desde nuestros hogares y trabajo, en el día a día, a fin de lograr un impacto significativo sobre la reducción de los GEI a niveles aceptables, evitando un aumento drástico de la temperatura y permitiendo un desarrollo natural y humano saludable.
Es también una oportunidad de poner en práctica virtudes cristianas como la caridad, la templanza y la magnanimidad en nuestras relaciones como seres humanos para afrontar juntos este problema. “Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico”. Francisco. Laudato si’ Carta Encíclica. 24 de Mayo del 2015.