Articulos Filosofía y Teología
Semblanza de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo y Morán
“¡Oh pobre que me enriqueces! ¡Oh desnudo que me vistes! ¡Oh hambriento que me hartas!”
Apreciadas autoridades, profesores, alumnos, personal administrativo y de servicio, tengo el agrado hoy que conmemoramos la fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, que con orgullo lleva su nombre nuestra Universidad, el P. Sergio me pidió unas letras en este día de su celebración. Les envío con mucho cariño un simple párrafo sobre Santo Toribio del futuro libro que estoy escribiendo titulado “Santo Toribio en sus cartas”. Espero que les sirva de apoyo en estos días en que estamos en confinamiento en nuestros hogares y esto precisamente me da la oportunidad de comunicarme con todos ustedes a quienes aprecio y recuerdo cada día. Léanlo bien, medítenlo y pidan también a nuestro Santo que rece por todo el Perú para que cese la pandemia del coronavirus y que con toda su familia pediremos para que les proteja, les ayude, les conceda la paz, serenidad y alegría. Con mucho gusto se lo ofrezco de corazón, esperando que pronto pueda dárselo entero todo el libro de Santo Toribio. Que hoy en Zaña honren con especial fervor y piedad este día grande de su fiesta. Con saludos afectuosos para todos, en espera de vernos pronto en algún acto académico y saludarles a todos para continuar nuestros fines educativos y espirituales.
Santo Toribio Alfonso Mogrovejo y Morán (1538 – 1606), “…el tercero en la dignidad, el segundo en el ejercicio y el primero en la virtud” (F. A. Montalvo, El sol del Nuevo Mundo (1683), fue el tercer Obispo nombrado para la Sede Metropolitana de la Ciudad de los Reyes en la que entra el 11 de mayo de 1581 a los 43 años de edad. Es el segundo Arzobispo nombrado (1579) y el primero en ser canonizado (1726). El 12 de mayo de 1581, ingresa en Lima. Tenía 43 años. Su vida y ministerio fueron decisivos en la formación del Perú como nueva realidad histórica y cultural, apoyada por un clero secular docto y apostólico, con el impulso de las Órdenes Religiosas “mendicantes” y por los núcleos de población española, mestiza y afronegroide que se iban formando. En concreto: ejemplo vivo de lo que constituyó el más enaltecido Obispo del Virreinato peruano y el más eminente Pastor, Misionero y Santo de toda la América hispana.
Al llegar a la ciudad de Chiclayo me quedé fascinado por la figura y obra de Santo Toribio que murió en la Villa de Santiago de Miraflores, hoy Zaña, el día 23 de marzo de 1606. Una vida impactante y asombrosa como pastor, misionero y santo[1].
Buscaba entrar en su profunda vida interior, en su personalidad singular. No es fácil, lo reconozco de mi parte, puesto que escrutar en la intimidad de un ser humano y descubrir sus sentimientos, su conciencia, el por qué de sus costumbres, sus virtudes, sus querencias y afectos resulta difícil. Pero, me estimulaba para realizar el trabajo, pensar que cada uno de nosotros tiene una luz que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca a la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su voluntad y su afectividad, abriéndole a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los demás, un reto impresionante ya que se nos presenta como al decir de san Pablo a los cristianos de Filipo: “para que sean irreprochables y sencillos hijos de Dios sin tacha, en medio de una generación perversa y depravada, en medio de la cual brillan como estrellas en el mundo” (Flp. 22, 15). San Juan Pablo II, en la Visita que realizó en Lima en febrero del 1985, recomendaba a los Obispos: “Estudiad e imitad la figura profética, central en vuestras Iglesias, de Santo Toribio de Mogrovejo, a quien he declarado recientemente Patrono de los Obispos de América Latina”
Santo Toribio lo vivía con entrega absoluta y total pues amaba al indio y a todos en su anhelo de vida, de felicidd y de belleza porque sabía que era el camino seguro para llegar a Dios. Esta era la fuerza, la luz, el binomio maravilloso señalado por Jesús: “Amar a Dios y al prójimo como a ti mismo” que impulsaba vehemente y entrañablemente a Santo Toribio a amar a todos y a darse sin medida con ternura de padre y desvelo solícito de madre.
En esta breve semblanza siempre me sorprendió descubrir el temple y el alma de santo Toribio, la fidelidad a sus deberes de jurista y pastor. Repetía con frecuencia: “que se cumpla el deber y se tranquilice la conciencia” Al ver a sus indios pobres, abandonados a su aire, sin nada de nada, se le apretaba el corazón y decía, calladamente, adolorido: “¡Oh pobre que me enriqueces! ¡Oh desnudo que me vistes! ¡Oh hambriento que me hartas!” Realmente nuestro Santo resulta un acabado modelo de buen obispo: verdad de doctrina, santidad de vida y piedad de padre con los indios. Su actividad pastoral, tan profunda como dilatada, puede concretarse en dos palabras: organización y misión. Es decir: “como Iglesia establecida y como Iglesia orientada hacia la periferia, en misión permanente”.
Afectuosamente:
Monseñor Esteban Puig T.
[1] Las Actas del Congreso Académico Internacional realizado en Lima del 24 al 28 de abril de 2006 puso como título general, acertado y sabiamente, para todas las ponencias el título: Toribio de Mogrovejo Misionero, Santo y Pastor.