¡Viva Chiclayo por siempre!
Por: Martín Cabrejos Fernández
Los inicios de Chiclayo
Han dicho que Chiclayo nació por generación espontánea y, en cuanto a fusión de pedregal, vegetación, arena y riachuelos prevaleció como “lugar de ramas verdes”. Su tradición no es inca y en la colonia su icónica presencia comenzó asomar.
Me impresiona notar que fue la bendición divina, traída a estos lares por los curas franciscanos, en la persona del primer evangelizador de Chiclayo Don Alonso de Escarcena en 1533 la que dio a luz a nuestra tierra. Con la cristianización se instaló la primera escuela (en el convento franciscano) y se inició, también, el mestizaje cultural y las formas tan diversas de religiosidad popular. He leído en la “Crónica de la Provincia de los doce Apóstoles del Perú” (1651) que Chiclayo fue, después de Cajamarca, el segundo lugar del antiguo Perú que conoció la Palabra y la Persona de Cristo.
Mientras Zaña, la “Sevilla peruana” o “pequeña Potosí” con sus imponentes conventos de “San Agustín”, “Santa Ana”, “San Francisco” “San Juan de Dios”, “Santa Lucía” y “La Merced”; junto con la antigua ciudad de Lambayeque decaían víctimas de los fenómenos naturales o el ataque de piratas, Chiclayo se fortalecía atrayendo a sus antiguas casonas a las familias más notables del norte del Perú. Pasaron por Chiclayo el Virrey Toledo en 1569, Don Fernando de Torres y Portugal (sétimo Virrey del Perú) “Conde de Villar” en 1586, Santo Toribio de Mogrovejo a inicios del siglo XVII.
Años después, en 1649, ocurriría el prodigio del Divino Niño del Milagro en Eten lo que nos valió contar en la Provincia con la “Tercera Ciudad Eucarística del mundo”. Es tan elevada y profunda la trascendencia del chiclayano que, uno de nuestros paisanos, Nicolás Puicón Xailón o Nicolás de Ayllón tiene actualmente en curso, es decir en trámite, la causa para su beatificación.
Costumbres coloniales
De aquel Chiclayo virreinal algunas costumbres son dignas de ser hoy resaltadas:
- Para distinguirse entre solteras y casadas las mujeres se adornaban de la siguiente manera: las casadas con claveles y rosas en el peinado a la derecha, las solteras con las flores a la izquierda. Era entonces imposible el error masculino.
- Aquel varón que, desde la calle, rondaba la casa de la mujer amada con la sola ilusión de verla de lejos al aparecer por su ventana era llamado “percuchante”.
- En los entierros se presentaban las “plañideras” y los “pobres de hachas”. Ambos eran llorones profesionales que lamentaban con llantos y gritos histéricos la pérdida de alguna persona, a la que tal vez ni siquiera conocieron, a cambio de un pago según su “trabajo”.
- Mientras los grandes señores fumaban cigarros de tabaco puro, los más jóvenes recogían las sobras y, envueltos en papel, hacían especie de cigarros a los que llamaron “puchos”. Al vendedor de puchos le decían “puchero”.
- Cuando un vecino era encontrado en flagrante delito, era paseado con el torso desnudo montado en un asno al que llamaron “tordo flor de lino”. En cada esquina, previo pregón explicativo, el faltoso era castigado con series de cinco “ramazos” o azotes. Lo curioso es que la gente encontró diversión donde la autoridad buscó combatir el delito.
Un dato adicional, ya por esta época habían en la provincia alrededor de 200 esclavos negros que, como partícipes del mestizaje, han dejado manifestaciones diversas en la música (coplas y landó) la tradición oral (recopiladas con maestría por el maestro Rocca en Zaña) y la gastronomía (anticucho, cau cau, cachangas, champús, etc).
Chiclayo a inicios de la República
El 31 de diciembre de 1820 se proclama la independencia de nuestra ciudad y juramenta como gobernador Don José Leonardo Chiclayo o José Leonardo Ortiz.
En 1827 el congreso constituyente elevó al pueblo de Chiclayo a la categoría de villa con lo que se inició su despegue legal. Chiclayo es hija de la República. En 1835 Don Felipe Santiago Salaverry la consagró como “Ciudad heroica” y la elevó a la categoría de provincia gratificándola con 15 pueblos o distritos.
En 1845 se construye la histórica capilla de “La Verónica” sobre el terreno de José Leonardo Chiclayo. Todavía recuerdo al Padre Felipe Nery la Rosa, encargado de la capilla en las décadas de los 60 y 70.
En 1867, a ritmo de congas con guitarra y cajón, las calles de Chiclayo verían a Don José Balta, su secretario el tradicionalista Ricardo Palma y su infantería negra enfrentando a las fuerzas de Don Mariano Ignacio Prado y triunfando un día 7 de enero de 1868.
Don Nicanor de la Fuente, Nixa, escribió en la “Revista Centenaria” publicada en 1935 una anécdota ocurrida entre Balta y la jefa de su infantería, una negra de casi 1,80 de estatura y curepo circular conocida como “la negra Nevao”, que dirigió el batallón de negros de “Chiclayo chiquito”.
Fue la primera mujer en caer herida en el enfrentamiento. Después de logrado el triunfo, Balta visita a la negra y le pregunta:
– Negra ¿y la herida?
A lo que la valiente y corpulenta mujer contestó:
– Mi amo, ya estoy buena. ¡Al pellejo negro jamás le entran las balas!
Debo hacer un comentario indispensable: No puede estudiarse la historia de Chiclayo reciente sin acudir a las crónicas de Nixa.
En 1874 Don Manuel Pardo crea el Departamento de Lambayeque y nombra a Chiclayo su capital.
Desde 1879 durante la “Guerra del Pacífico” se pueden contar en documentos oficiales no menos de 40 chiclayanos que ofrendaron sus vidas de manera heroica en lugares tan lejanos como Tacna, Arica, San Juan, Miraflores, Chorrillos o San Francisco.
¿Saben? En otras partes del mundo se oye decir: “Todos los caminos conducen a Roma”. Pero en el Perú se repite: “El mejor camino conduce a Chiclayo”. Mientras en España dicen “Visita Madrid y de allí el cielo” nosotros podemos decir convencidos “Visita Chiclayo que es el cielo”
Los inicios del siglo XX
A inicios del siglo XX, Chiclayo, es aquella tierra de tiempos de las carretas. Las calles eran angostas, adoquinadas, serpenteantes, tortuosas y poéticas que no se avienen todavía con el tráfago de los tiempos actuales. La medida de su amplitud era el ancho de una carreta. Calles con nombres de santos: San Sebastián, Santo Domingo, San Cayetano, Santa Verónica, Santa catalina, Santa Inés, San José, San Pedro, San Isidro y, por si fuera poco, una se llamó calle de “todos los santos”.
El creativo cholo de a pie las designó de manera pintoresca: el suspiro, míralo verde, calzoncillos, las ventanas, cinco esquinas, ganaderos o palacio de cristal.
Por ellas las antiguas carretas traían agua de las acequias Yortuque, Coix o Patazca; en pipas de madera con tapones de crudo. Las carretas eran lentas por el lento paso de las mulas. La mayoría de familias tenían al menos un asno y con mucho cariño el chiclayano no lo llamó burro, le decía “doctorcito”.
Por aquellos tiempos las tardes eran de los caballeros que recorrían el centro de la ciudad sobre enjaezados corceles, mientras en un carruaje llamado “Victoria” paseaba el filántropo Santiago Luís Gonzales.
Fue el tiempo de los dos tranvías conducidos por mulas que cruzaban la ciudad. Mientras paseaba en tranvía, el chiclayano podía divisar las viejas huacas que demarcaban la ciudad: la hueca de los Peredo, la de la Cruz y la del coliseo.
Los ciudadanos asiáticos habían llegado a mediados del siglo XIX a las haciendas de los Señores Aspíllaga y Guerrero y, concluido su contrato llegaron a nuestra ciudad a laborar en busca de fortuna. Fueron los chinos los aguateros o aguadores de la época. Algunos, recorrían las calles para trasladar “aguas servidas” (previo pago) hasta la antigua Pampa Chirinos, lugar en el que hoy se encuentra la Residencial “Pascual Saco”.
En 1903 se construyó el muelle y ferrocarril de Eten, en 1914 se inicia la construcción del muelle y ferrocarril de Pimentel, La primera locomotora llegó en 1918. El hotel Royal existe desde los años 20 y en él se hospedaron José Santos Chocano, Abraham Valdelomar y el hipnotizador ruso Onofroff.
El Palacio Municipal se inaugura en 1924. Y se reinaugura durante la actual gestión edilicia. Cabe mencionar que después del fatídico incendio que dejó en cenizas la construcción original de este edificio, asumió con valentía el reto de devolver a la ciudad la paz y el orden político el destacado maestro chongoyapano Don Guillermo Baca Aguinaga; presidente de la primera Federación de Maestros de Lambayeque, ex parlamentario y amauta del Perú. Nuestra querida Iglesia Catedral se construye entre 1928 y 1939. En sus torres se colocan 4 campanas: “Ave María”, “Asumpta”, “Mater Dei” y “Gratia Plena”. En esta Iglesia madre dictaron cátedra los Reverendísimos Monseñores Daniel Figueroa Villón e Ignacio María de Orbegoso y Goicoechea, primer y segundo Obispo de Chiclayo. La cátedra actual corresponde a su Excelencia reverendísima Monseñor Jesús Moliné Labarta.
Chiclayo, entonces, se coronó de progreso con la llegada de la luz eléctrica, el agua potable, el primer automóvil y el primer avión.
La actual gestión edilicia es la número 67 en la historia de la Provincia.
Chiclayanos de hoy
Los chiclayanos somos originales, nuestras almas viven en el mundo impenetrable de la dualidad. Bebemos en una misma copa o en un «poto de calabaza», la alegría y la amargura. Hacemos música de nuestro llanto y reímos de la música de otro; tomamos en serio los chistes y de todo lo serio hacemos bromas. Tratamos a dios como «el gran cholo» y extrañamos la Iglesia Matriz.
No renunciamos a nuestras ilusiones. Nacemos con sabiduría, sabemos y opinamos de todo. Cuando viajamos, todo lo comparamos con Chiclayo, creo que si Dios es chiclayano, nosotros somos «el pueblo elegido».
Nos caracterizamos por nuestra sabrosa gastronomía, simpatía e inteligencia. Somos hiperbólicos y desmesurados, dicharacheros, jaraneros y vamos de un extremo a otro con nuestras opiniones y nuestras acciones”.
Ser chiclayano es un estilo de vida, una forma de ser, un sentimiento, un compromiso, una mentalidad.
Chiclayo es un mito
La nuestra es una ciudad alegre, audaz y cosmopolita que no pierde su valor como ciudad mito. Chiclayo es el convento de San Antonio, la Capilla de La Verónica y la Iglesia de Chiclayo chiquito. Es una batea en zarza, una porción de migadito y una panquita de life. Es la chicha y las flores de Monsefú. La Huaca rajada en Sipán. La hermosa Punta Chérrepe y los misteriosos murales prehispánicos.
Chiclayo es mucho más que una ciudad, es un mito, porque indica la apertura a la trascendencia, ordena la vida social y transmite mensajes de sabiduría que impulsan nuestro esfuerzo interno en cualquier lugar y tiempo.
Foto: Juan Gil Salvatierra