Discurso de saludo a la Universidad Santo Toribio de Mogrovejo de Chiclayo (3 de abril de 2024).
Por: Excelencia Reverendísima, Monseñor Edinson Edgardo Farfán Córdova
Obispo de Chiclayo y gran canciller USAT
Comprendemos nuestro presente cuando conectamos todos los puntos hacia atrás, eso lo decía Steve Jobs, y hoy lo compruebo, porque cada suceso cobra vida y sentido, y me siento honrado con vuestra presencia.
Con ilusión y esperanza expreso mi saludo sincero a la gran familia de la Universidad Santo Toribio de Mogrovejo de Chiclayo, USAT; al Rev. Padre Magister Carlos Orlando Mundaca Guerra – vice gran canciller, a la Dra. Patricia Julia Campos Olazábal, rectora de la USAT, a la vicerrectora, directores generales, administrador, decanos de las facultades, directores de departamento, directores de escuelas de pregrado y posgrado, directores académicos, capellanes, catedráticos, estudiantes, personal de servicio y a toda la familia de la USAT. Esta primera visita a nuestra prestigiosa casa de estudios, me llena de gratitud y esperanza.
El pasado 14 de febrero el Santo Padre me ha nombrado obispo de esta Iglesia particular de Chiclayo, para desempeñar este ministerio con humildad y celo apostólico. El nombramiento permite a este servidor poder asumir la responsabilidad de gran canciller de esta casa de estudio, asumo esta misión pidiendo al Buen Pastor, me ilumine para servirlos con gratitud y en comunión.
La Iglesia siempre ha optado por la educación. Desde el siglo V por medio de sus pastores apostaron en las antiguas escuelas monásticas y catedralicias por la educación con la lectura y escritura, con el objetivo de conservar y difundir todo saber humano; dando origen a las primeras universidades en el siglo XI y XII, su contribución fue iluminadora para que posteriormente se pueda comprender el valor de los derechos humanos en los territorios descubiertos en América.
El siglo XIII fue el tiempo de creación de diversas universidades, no solamente para que los clérigos y religiosos puedan estudiar las ciencias teológicas y filosóficas, sino también para los laicos estableciéndose facultades como las artes, derecho, medicina y ciencias naturales. Esta breve mirada de la historia no me es ajena, provengo de la Orden de San Agustín; una Orden mendicante fundada por la Santa Sede en el año 1256, muchos frailes en el siglo XVI se dedicaron a la educación en el continente americano, una evangelización impregnada en la fe, el estudio, la búsqueda de la verdad e interioridad por medio de una vida en comunidad, a ejemplo de San Agustín permanente buscador de la verdad, consciente que la inteligencia tiene sus dificultades, para Agustín a la verdad se va por el amor como lo afirma Rafael Lazcano González. Si unimos otro punto de la historia; la Orden de san Agustín tuvo presencia religiosa en el norte peruano desde el siglo XVI, concretamente en Zaña donde se encuentran muestras del templo y Monasterio San Agustín y donde murió el gran obispo misionero Santo Toribio de Mogrovejo.
Por mi parte, tuve la oportunidad de ser docente universitario, acompañando a los estudiantes en su camino de vocación a la vida sacerdotal y religiosa, también a los laicos en su proceso de formación académica y profesional, conozco las aulas no solamente desde afuera, sino desde la catedra y caigo en la cuenta de la necesidad del rol de interacción entre el docente y el estudiante, por medio de sus conocimientos, sabiduría y el aprendizaje constante del estudiante como fruto de su esfuerzo y dedicación.
Quiero invitarlos a seguir profundizando, en este tiempo de cambios constantes, en la importancia de la educación integral en nuestra casa de estudio. Hago eco a las palabras del Papa Francisco por motivo de los 50 años de la Declaración Gravissimum Educationis y los 25 de la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae «Nuestro objetivo no es sólo formar «individuos útiles a la sociedad», sino educar personas que puedan transformarla», este pedido del Santo Padre Francisco y en sintonía con todos los obispos de américa latina es el que deseo seguir fortaleciendo: «Apostar por la formación de nuevos profesionales que sean transformadores de la sociedad, que reconozcan que por medio de su profesión y trabajo pueden servir con generosidad y gratitud a la sociedad».
Mi trabajo como Gran Canciller será seguir fortaleciendo la relación que la USAT tiene con la sociedad y con la Iglesia misma, la misión que expresa su estatuto en el artículo 5° en referencia a su dedicación a la investigación, a la enseñanza y a varias formas de servicio, correspondientes con su misión cultural; «No hay, en efecto, más que una cultura: la humana, la del hombre y para el hombre» lo expresó claramente San Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, sobre las universidades Católicas.
Una prioridad en mi ministerio es tener una mirada esencialmente vocacional de la USAT que lleve a los estudiantes la búsqueda constante de la verdad, sobre todo de la verdad suprema que es Jesucristo, que capacite a los estudiantes para la vocación de servicio, discernimiento y la toma de decisiones. Nuestra universidad nunca debe olvidarse de la esencia que el Magisterio de la Iglesia ha dado a la educación, cumpliendo el mandato del
Señor «Vayan…. y enseñen…» (Mateo 28,19-20).
Quiero terminar estas breves palabras expresando mi deseo de caminar con ustedes en sinodalidad, tengo confianza que en el camino nos iremos conociendo, por lo que propiciar espacios de encuentro, diálogo, escucha para el discernimiento en este proceso será elemental para la toma de decisiones.
Les pido que sean testimonio de la Verdad, la Comunión y de camino sinodal; que la USAT trasmita los valores de verdad y lealtad a la axiología de la Universidad, defensa de la vida, de la dignidad humana, el desarrollo social, respeto a la naturaleza y su servicio al bien de la sociedad.
Hoy pido al protector de esta universidad, patrono del episcopado peruano y latinoamericano santo Toribio de Mogrovejo, su intercesión, quien se destacó por su defensa de los derechos de los indígenas y por su incansable labor pastoral, aquel que fundó escuelas y colegios para que los más pobres tengan acceso a una educación cimentada en los valores que dan sentido a nuestra existencia, estoy seguro no nos abandonará. Aprovechemos cada minuto para hacer bien las cosas: «Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo», «al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor». Hagamos el bien para que en el futuro podamos unir puntos que nos enorgullezcan y podamos dar gracias a Dios, diciendo Señor hemos hecho lo que hemos podido.
Gracias